Diálogo es la palabra clave del aporte de los Focolares a las Semanas Sociales de Reggio Calabria. Lucia Fronza Crepaz quien participó en la extensión del documento presentado por el Movimiento en Reggio, con Luca Antonini, dirigirá el grupo de estudio sobre las transiciones institucionales. La señora Fronza fue diputada en varios períodos legislativos y en los Focolares es la co-responsable de la secretaría del Movimiento Humanidad Nueva.
¿Qué sintieron cuando la Conferencia Episcopal Italiana pidió el aporte de los Focolares?
Felicidad. Por haber sido interpelados junto con todos los demás. Ha sido una idea genial y típicamente católica: llamar, antes de delinear el programa, o mejor, ir a las sedes de las varias asociaciones a recoger las expectativas, los carismas, los lenguajes diversos. Llevaremos sobre todo lo que Chiara Lubich nos ha donado: la cultura de la Resurrección. No tanto como una respuesta a tiempos sombríos, sino como una esperanza que se apoya en la certeza de la Pascua de Jesús que se nutre de horizontes vastos y mira en la perspectiva de la única familia humana que es la verdadera meta de la historia Por lo tanto también de Italia, para donarle en el momento de los 150 años de unidad, esta nueva unidad que nace de la esperanza de Jesús resucitado.
De Chiara Lubich heredan la exhortación al diálogo y a la unidad. Decía: «Todos serán uno, si nosotros somos uno». ¿Qué es el diálogo en esta sociedad que parece tan dividida y fracturada?
El diálogo como lo entendió Chiara Lubich es el reflejo de la vida trinitaria, de un Dios que es uno y trino. No es preguntándonos por qué no tenemos una identidad, sino partiendo de una fuerte identidad basada en la cultura de la Resurrección, que se abre un diálogo lleno de esperanza. Si se apunta a lo nuevo que hay hoy en cada hombre, en cada cultura, en cada religión, se encuentra un hilo de esperanza.
Todo esto tiene lugar en el marco de la ciudad, que ustedes indican como lugar privilegiado. ¿Es también un lugar de diálogo?
Podemos verla como el ‘basurero’, como alguien la llama, o como el lugar de la soledad, pero también podemos mirar la vocación de la ciudad. Su deber ser: el lugar donde la gente se identifica. Nos podemos preguntar: ¿y las personas nuevas que llegan? ¿Sus culturas? Forman parte del futruro de nuestras ciudades. Si tenemos en mente que el horizonte es la familia humana, entendemos que lo que sucede en la ciudad ya forma parte de ella.
Ustedes Focolares sugieren tomar la ciudad como laboratorio, porque la parroquia abraza sólo una parte de ella y la diócesis supera sus fronteras. ¿En qué consiste?
En una ciudad aunque sea pequeña existen todos los retos de la globalización: culturas y generaciones diversas que se encuentran. Una ciudad es de por sí un laboratorio. El gran tema de las relaciones entre las religiones, por ejemplo, también puede estar en las manos del cristiano común que se encuentra con un musulmán. Este micro diálogo indica que a pequeña escala se pueden empezar a dar respuestas a los grandes cuestionamientos de la humanidad. Este nuevo proyecto puede arrancar en una parroquia, a través del alcalde o de un grupo de ciudadanos o de varias asociaciones. La ciudad en cambio de ser el lugar que exaspera a todos, puede ser el lugar para empezar.
Fuente: Avvenire del 24 de septiembre de 2010 – a cargo de Giovanni Ruggiero
0 comentarios