«El Rosario es el drama de la Redención visto desde las pupilas de María, la Virgen y la Madre; las alegrías de Nazaret, las luces de Belén, los acontecimientos de la vida de José, y después la tragedia de la cruz y finalmente la glorias celestiales, son el patrimonio de la familia, cosas de casa. Nuestra historia, nuestra vida. (Igino Giordani, Una stella accesa nella notte», Città nuova, Roma, 2004, pág. 81). 1922-1925. «Si no es posible la casta serenidad de las vísperas en la casa de los abuelos, al calor de una llamarada monumental, donde se recogen en oración las aves y los nietos, los hijos y parientes, recemos el Rosario en el tren, en un barco, en medio del ruido hueco de un túnel o del estrépito de una locomotora. Tiene más mérito cuanto logramos abstraernos, en un ímpetu de espiritualidad, de la orgía… de la materia mecanizada. Un cuarto de hora en la iglesia no será entonces una costumbre adormecedora… y la oración será en cambio el refrigerio de una fuente en medio de la sequedad asfixiante que la civilización nos impone». (Igino Giordani, Diario di fuoco, Città Nuova, Roma, 2005 [1980] p.19). 1933. «La Madre… Hay una oración que a Ella le gusta especialmente.Es el rosario que representa un ciclo de los misterios de la vida de Jesús recordados en honor a ella. Devuelve la serenidad en los momentos de cansancio y de oscuridad de la noche, en los momentos arduos de la vida, da la fuerza para esperar en el mañana y volver a empezar. Ese rústico collar de cuentas de poco valor transmite torrentes de vida ultraterrena a nuestros pobres huesos agobiados por el cansancio, iluminando nuevamente con una luz única las almas asediadas por la iniquidad social o distintas desventuras. Pero también a quien vive la esperanza de volver al Padre, de la muerte como inmortalidad, de lo finito con la Eternidad». (Igino Giordani, Diario di fuoco, cit. p.28). 1° de octubre de 1945. «¿Por qué entre nosotros María tiene una importancia tan grande? Porque entre nosotros, entre quienes realmente siguen el Evangelio, nos sentimos y nos relacionamos con María como los niños para quienes la Madre es todo y sirve para todo: la buscan para que los introduzca en Dios. La toman de la mano, se agarran de sus vestidos para que los conduzca al Padre. No hay forma más serena, más amorosa y bella de presentarse a Él. Y después, en compañía de la Mamá, toda la vida es más bella: ¡la naturaleza ríe, las personas ya no parecen salvajes!». (Igino Giordani, Diario di fuoco, cit. p.68) 9 de octubre de 1965. «Basta que vea la imagen de María, para que irrumpan en mi alma las realidades más bellas de mi vida. Entonces me doy cuenta de que la alegría de la vida para mí se llama María. Mi gloria es Ella. Mi fuerza está en Su maternidad; la belleza que me fascina es su virginidad; la aceptación del dolor es la participación en sus pruebas de Desolada. No veo ningún aspecto positivo de mi existencia en donde Ella no esté: mi vida es María. Y María es la Madre de Jesús. Es Ella quien me da a Dios, quien desposa el alma con el Espíritu Santo, la acerca a la paternidad de lo Eterno. ¿Quién podrá agradecerte, Mamá?».(Igino Giordani, Diario di fuoco, cit. p.180).
Poner en práctica el amor
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