«El misterio de la Providencia material en la vida cristiana ha sido siempre uno de los misterios más insondables, porque pertenece a la manifestación propia de Dios como nos la reveló Jesús: la Paternidad. Todos estamos afligidos por las preocupaciones materiales: los padres y las madres de familia que tienen que ir adelante con la paga mensual para llegar a fin de mes, los dirigentes de las organizaciones civiles o religiosas, para contener los gastos dentro de los presupuestos. Y cada día se desencadenan trastornos y mutaciones de pueblos y de naciones para encontrar nuevos ajustes económicos. En general, en el plano de las cuestiones económicas, lo que se tiene presente es la fría ley de la competencia. La economía es como la física, hemos oído decir muchas veces, es como las matemáticas: tiene sus ciclos y recursos necesarios y determinados, tiene sus previsiones, sus inevitables desajustes y sus crisis. Poco se puede cambiar, según se nos enseña en los libros de Economía. Sin embargo, nunca encontramos en un libro, la verdadera ley que regula los acontecimientos económicos sobre la Tierra, aquella ley que Jesús proclamó: “Busquen primero el reino de Dios y su justicia y el resto se les dará por añadidura (Mt 6,33) y “No hay nadie que haya dejado casa, hermanos o hermanas, madre o padre, hijos o campos, por mí y por el Evangelio, que no reciba ya en el presente cien veces más”(Mc 19,29-30). En esta ley descubrimos el misterio de la conjunción de lo divino y lo humano. Las leyes económicas, ciertamente tienen su valor, pero si no se tiene en cuenta que existe la Divina Providencia que regula también los hechos económicos, nunca se logrará comprender el porqué de muchos acontecimientos grandiosos. Además de la Tierra existe el Cielo, y el Cielo ha prometido intervenir para ayudar a los pequeños hombres de la Tierra, si ellos tienen en cuenta la promesa. Esto no es una fábula: es la experiencia cotidiana de muchos padres de familia cristianos, es la experiencia de la Iglesia, de los fundadores de las Órdenes y de los apóstoles de la caridad material. Dios interviene en los hechos humanos cada vez que el hombre desea que Él intervenga, adecuando su vida a ello. Es una experiencia que todos los cristianos pueden hacer». Pasquale Foresi – Palabras de Vida – Ciudad Nueva, Buenos Aires, 1972– pp.39-40
Poner en práctica el amor
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