«En ti Señor he puesto mi esperanza: no quedaré defraudado eternamente (Sal 71, 1)». Así empezó su última homilía, en la Catedral de Aachen (Alemania), el obispo Klaus Hemmerle, ya gravemente enfermo. Era a finales de 1993. «Dios, Tú me sostienes fuerte, así como soy. Dio, Tú sostienes el mundo así como es. Dio, Tú sostienes fuerte a este prójimo así como es. Ser sostenidos por Él que bajó a la “kenosi”, que se despojó de todo y asumió la figura de siervo, éste es el único camino para volver a abrir para nosotros la puerta de la esperanza. Acogerlo a Él que fue el primero en acogernos. Hacernos llevar por Él. Creer que Él nos sostiene. Éste es el ojo de la aguja a través del cual tenemos que pasar cuando recibimos el hilo de la esperanza que hay que enhebrar. Este Dios puede verdaderamente darnos la esperanza. Y aquí nuestra Iglesia, con todos sus errores y debilidades, con todas sus solicitudes y sus grandes y pequeños desafíos, puede convertirse en una realidad extraordinaria. Una comunidad de personas que creen en el hecho que han sido acogidas y sostenidas, una comunidad de personas que se sostienen recíprocamente, en donde cada uno sostiene al otro». De “Klaus Hemmerle, innamorato della Parola di Dio” (“Klaus Hemmerle, enamorado de la Palabra de Dios”) – Città Nuova Ed.. pp 290/91
Poner en práctica el amor
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