«Desde hace más o menos tres años nosotros, Jóvenes por un Mundo Unido de Roma, colaboramos con las educadoras, la administración penitenciaria y el “Comité G9”, un grupo de ocho privados de libertad de la misma sección de la cárcel de Rebibbia que, aunque no tienen hijos, asumieron el compromiso de favorecer las ocasiones de encuentro entre los detenidos y sus respectivas familias». Habla de esta aventura Raffaele Natalucci, un joven de veintinueve años de Roma. «Tres veces al año preparamos stands donde padres e hijos tienen un espacio para estar juntos, jugar y dibujar con los más pequeños. Durante los eventos organizados en el área verde, el patio interno de la cárcel, participan alrededor de trescientas personas, entre privados de libertad y sus familias, y numerosos voluntarios provenientes de fuera. Durante uno de estos eventos recogimos el testimonio de un detenido: “La privación de la libertad te saca de la realidad. A fuerza de estar en la celda, entre cuatro paredes, también la vista disminuye. Quien tiene el beneficio de tener permisos para salir durante algunas horas, como premio por su buena conducta, cuenta que tiene que hacer esfuerzo para ver de lejos, hacia el horizonte. La posibilidad de hacer un trabajo dentro de la cárcel para mí quiere decir mucho. Antes usaba mis capacidades para actividades ilegales, pero lo que hacía era como un helado en el verano, se derretía al sol. En cambio trabajar, organizar campeonatos deportivas o iniciativas en favor de los otros detenidos vale cien veces un salario”». Prosigue Raffaele: «Como Jóvenes por un Mundo Unido estamos viviendo una experiencia humana muy fuerte: la norma de la policía penitenciaria de dejar afuera todo objeto personal antes de entrar, en mí resuena, siempre, como una invitación a abandonar también los prejuicio e ir más allá de las barreras entre el mundo externo y la cárcel, para construir una relación auténtica con las personas detenidas, al punto que ahora nos llamamos el “Comité externo”. Iniciamos un “Proyecto sobre la legalidad” con una serie de encuentros temáticos realizados en la cárcel. En plena sintonía con las educadoras, con la ayuda de personas expertas, los privados de libertad profundizan en temas como las relaciones interpersonales, la integración entre las culturas, la “legalidad del nosotros”, el redescubrimiento de las propias habilidades y la reinserción profesional». «Con motivo de la celebración del día del padre, el 19 de marzo, invitamos al psicólogo Ezio Aceti a hablar de “paternidad” a alrededor de setenta detenidos en el auditorio del instituto penitenciario. Una intervención enfocada en las expectativas y las necesidades del niño. “Tomar conciencia de los pensamientos del otro, hablar en la verdad, transmitir una imagen positiva –explicó Aceti- son las premisas necesarias para que el encuentro entre los detenidos y sus hijos pueda ser fructífero”. Durante el debate un detenido preguntó: “¿Qué le puede decir a su hija un padre condenado a cadena perpetua? “Que su papá se equivocó, pero que está haciendo todo lo posible” fue la respuesta. “Si su hija ve en el padre la coherencia y la valentía de volverse a levantar, tendrá esta imagen de su papá”. Y continuó: “Paternidad es mantener vivo un vínculo. Es necesario transmitir a los hijos un sentimiento de pertenencia. De este modo vivirán una experiencia positiva y recordarán a su papá que está en la cárcel”. Al final el psicólogo exhortó a los detenidos diciendo: “Educar a un hijo no quiere decir no equivocarse, sino hacer todo nuestra parte a pesar de los errores. Esto le enseñará a los hijos a ser tolerantes. Ustedes pueden ser buenos papás aunque se hayan equivocado. En el fondo todos experimentamos el desánimo, pero dentro de nuestro corazón hay otra voz que nos dice: levántate, vuelve a empezar. No es importante cuántas veces se han equivocado, sino cuántas veces se han vuelto a levantar. El milagro consiste en que a fuerza de volverse a levantar se da un cambio”».
Poner en práctica el amor
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