Movimiento de los Focolares

Aquél gesto de amor me salvó

Jul 11, 2018

Desde el Genfest el testimonio de Jean Paul de Burundi y Egide de Ruanda. Después de una agresión dramática, sufrida hace tres años, con graves consecuencias para Jean Paul, una historia de dolor, generosidad, amistad incondicional y perdón. Su relato.

«Soy Jean Paul. Una noche de 2015, cuando esperaba un ómnibus para volver a casa, me encontré con un joven en la estación. Para él, viajar solo, era arriesgado pues estábamos en una de las zonas más peligrosas de la ciudad, así que le propuse que viniera esa noche a mi casa. Como el ómnibus no llegaba, comenzamos a caminar. A lo largo del trayecto, fuimos agredidos por seis hombres. Nos dieron una paliza y después me tiraron en una cuneta, tal vez pensando que me había muerto. Allí estuve durante una hora en un estado de inconsciencia. Cuando me desperté, me di cuenta que no podía moverme desde el tórax hasta abajo. Me puse a gritar, después este amigo nuevo vino a auxiliarme: él no estaba gravemente herido como yo. Con la ayuda de algunas personas, me llevaron a un hospital cercano. Esa actitud de amor que yo había tenido hacia él, fue lo que me salvó la vida. Si no hubiera sido por él, me habría muerto. Después de una semana en el hospital, me trasladaron a Kigali, a Ruanda, la ciudad de Egide. Tenía una lesión espinal, no podía moverme porque estaba paralítico y muy dolorido» Egide: «Estaba asombrado porque él (Jean Paul) sonreía siempre, después de lo que le había pasado. A todos los que lo visitaban le infundía alegría y esperanza, era como si irradiara una luz. Durante el primer mes se ocupó de él, un amigo suyo, que debía también ir a la escuela. Entonces me ofrecí a tomar su lugar. No era fácil, había encontrado un trabajito, pero decidí dejarlo para estar al lado de Jean Paul todo el tiempo. Mi madre no comprendía, decía que ese trabajito, aunque fuera pequeño, era un buen comienzo, pero yo estaba decidido y ella me dejó ir. Le pedí a Dios que me indicara la forma de ayudar a Jean Paul. Nuestros amigos y familiares de Ruanda y de Burundi venían a visitarnos. Gracias a su amor, encontramos la fortaleza» «Después de algunos meses, me operaron. Me dijeron que no iba a caminar más. Después de un mes, nos trasladamos a un centro de rehabilitación para comenzar la terapia, que era muy exigente. Pero no me rendí. Hice los ejercicios con todas mis fuerzas y al final logré caminar. ¡Un milagro! Primero con dos muletas, posteriormente, después de un año, con una sola» «Esta amistad nuestra atrajo la atención de la familia de Jean Paul, de las enfermeras, de los médicos y de los otros pacientes, porque yo soy ruandés y el burundí. Durante el tiempo transcurrido en el hospital y en el centro de rehabilitación, él sufría mucho, pero seguía sonriendo. Todos estábamos asombrados de su actitud, de su valor y decisión. Con la ayuda de Jóvenes por un mundo unido y de nuestros amigos, pudimos superar los sufrimientos y vivir entre nosotros “más allá de toda barrera”. Nuestros amigos se alternaban para traernos comida. Poco a poco, una ong descubrió nuestra situación y nos brindó las comidas diarias. Pero Jean Paul me pedía siempre que llevara la comida a alguien que tuviera mayor necesidad. Lo hacía con alegría, diciendo que era el regalo de otro paciente» «Hace un año terminé la rehabilitación. Agradezco a Dios por haberme dado el valor de no sentirme derrotado. Pude también perdonar a aquellos que me habían lastimado. Perdonarlos no sólo me dio paz, sino que también me ayudó de algún modo a recuperarme más rápidamente. Quiero agradecer a los Jóvenes por un mundo unido y a sus familiares que me ayudaron a juntar el dinero para pagar los tratamientos» «Después de este período recibí dinero para volver a la escuela, y, al mismo tiempo encontré un trabajo mejor que el que había dejado. Agradezco a Dios, ¡nadie pensaba que Jean Paul habría caminado! Si una persona da todo por amor, no permanece sola»


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