Participaron en todos los encuentros mundiales de las familias, desde el de Roma de 1994, y ahora se preparan para vivir el evento de Dublín, en donde ofrecerán su testimonio en el Congreso pastoral. Son Anna y Alberto Friso, ex responsables de “Familias Nuevas”, realidad nacida en el Movimiento de los Focolares. En el micrófono de Vatican News hablan de los desafíos que las familias cristianas tienen que afrontar hoy y de las expectativas para el Encuentro de Dublín, iluminado por la Amoris laetitia del Papa Francisco. Han participado, como familia, a todos los encuentros mundiales, durante un cuarto de siglo. ¿Qué ha cambiado, según ustedes, para las familias cristianas, en estos 25 años? Anna Friso: Se ha acentuado, sobre todo en las nuevas generaciones, el hecho de no creer ya en el “para siempre”. El desafío que debemos recoger es el de hacer percibir a los jóvenes que el amor es una componente excepcional de la vida y que constituye una fuente de felicidad de la que la pareja es portadora. Encaminarse al matrimonio no significa perder la libertad, sino obtener una hermosa posibilidad de vida. Alberto Friso: De un modo especial, hay dos aspectos que caracterizan a nuestra sociedad hoy: el individualismo y el relativismo. Frente a estos dos impulsos empezó a faltar la cohesión de la pareja, la unidad. Esto requirió que nosotros cristianos, nosotros familias cristianas, mirásemos más en profundidad en el plan de Dios y viésemos que él nos ha llamado a vivir a su imagen y semejanza. Como familia que da testimonio de vida cristiana desde hace tanto tiempo, ¿qué quisieran decir a una joven pareja que da inicia su matrimonio, sobre el amor para siempre? Alberto Friso: Lo que nos gustaría decirles es: tened presente que el amor que habéis sentido en el primer momento en que visteis nacer este sentimiento es de un alcance extraordinario, eterno. Es una chispa de un valor muy profundo que constituirá la base de toda vuestra vida, incluso cuando lleguen las tempestades, y es el amor de Dios. Por lo tanto no os casáis siendo sólo dos, sino tres, porque Jesús estará con vosotros. Y esto, gracias a Dios, tiene respuestas. Luego, en la vida, estos jóvenes se volverán ellos mismos testigos y colaboradores en la difusión de la alegría. Se sienten imagen de Dios y testigos de esa realidad. Anna Friso: El desafío es no dejarse influenciar por la cultura dominante, que hace ver la centralidad de los sentimientos o bien que los derechos personales son los que prevalecen sobre los del otro, o sobre el valor de la pareja. En el designio del matrimonio está este sello de felicidad que es posible llevar a plenitud justamente porque forma parte del destino de la persona, del ADN de la persona. En Dublín obviamente la Amoris laetitia tendrá un rol particularmente importante. ¿Qué les está dando esta Exhortación post-sinodal a las familias católicas, pero no sólo a éstas? Alberto Friso: De un modo particular nos empuja a dar testimonio, con la vida, de la realidad cristiana del amor de Dios. Frente al mundo no debemos tanto defender una idea, un pensamiento, un valor: debemos dar testimonio de que Dios es caridad y que la caridad está en lo profundo del corazón, incluoso del que se encuentra en las crisis más negras y profundas. Anna Friso: Nosotros la hemos apreciado mucho justamente por su luminosidad y también por ser tan concreta, que no se estanca en la doctrina, sino que sabe comprender y dar una mano a quien está herido por la vida. Y a estas personas, en particular, les da la esperanza de poder alcanzar un camino de felicidad aun en las travesías, en las dificultades. Su belleza es justamente la de ser un himno al amor. Nosotros hemos visto en este documento toda la ternura de la Iglesia. Creo que es un regalo para las nuevas generaciones que se casan. Fuente: Vatican News, 10 de agosto de 2018
Poner en práctica el amor
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