«Era el año 1975, yo iba al colegio, estaba en 4° año del Secundario, en la pequeña ciudad donde nací. Cicerón y la conjura de Catilina animan una disputa entre nosotros adolescentes: la libertad. La sabia profesora abre un debate entre, por un lado, los sostenedores de Cicerón, con un relator que era un compañero mío, y por el otro lado el grupo de Catilina, del que yo era relator. La defensa de la libertad me apasiona a tal extremo que un aplauso concluye mi arenga Desde ese momento la libertad se vuelve el leitmotiv de mi vida. Pero, ¿qué es la libertad? Y yo, ¿soy libre?». Francesco, italiano, de Sicilia, ahora tiene 59 años y está casado con Paola. Por el progreso de la enfermedad ya no puede mover el cuerpo ni hablar. Pero puede mover los ojos. El año pasado abrió un blog, siguiendo el consejo de un periodista que lo había entrevistado. Primero con los pulgares, luego, por el avance de la enfermedad, con un lector ocular, que requiere más tiempo. Francesco comunica lo que va tomando fuerza y dinamismo en su corazón, mientras el cuerpo se va inmovilizando día a día. El título del blog es: “ELA. Yo soy libre”. Libre de amar. «No soy un escritor, pero una voz interior me sugiere las palabras. Empiezo a ver una película de mi vida que no conocía. Es mi fuerza: empiezo a escribir algunas páginas. Recibo mensajes que me emocionan. Simplemente doné algunos pensamientos míos y recibí tanto amor: me comunican emociones, dolores, alegría, vida». «Durante toda mi vida traté de buscar un momento, durante la jornada, para tener un coloquio íntimo y personal con Dios. No siempre lo conseguí, pero todas las veces que pasaba cerca de una iglesia, saludaba a Jesús con un hola, a ese Jesús presente en el sagrario. A menudo entraba, para dedicarle un poco de mi tiempo. Y me quedaba en silencio, para que él me hablase. Antes de marcharme le confiaba las dificultades de ese día. A veces bromeaba con él: Jesús, éste es un problema tuyo, solo no puedo. Y nunca me decepcionó». «Cuántas veces, aun teniendo una vida llena de todo, percibimos una sensación de vacío, de apatía, que enturbia nuestra vida con una leve infelicidad. Un hombre me abrió una espiral de luz: Agustín de Hipona. Sus confesiones me prepararon a un encuentro, que el 1 de agosto de 1976 cambiaría mi vida: Dios es Amor y te ama inmensamente. ¿Cómo puedo corresponder a este amor infinito? La Escritura, que había leído y no vivido, me dio la respuesta: ¿cómo puedes amar a Dios que no ves, si no amas al hermano que ves? Fue una revolución copernicana. Éramos un grupo de amigos los que hacíamos esta experiencia. Leíamos el Evangelio y tratábamos de ponerlo en práctica. Mi corazón estallaba de alegría y empecé a experimentar que el dolor es vida». «Aún recuerdo el olor del mar, a pesar de que la enfermedad me ha quitado el olfato, (…) siento el agua que me roza la piel, aunque no nade desde hace tres años. Sin embargo, no tengo nostalgia, ni dolor, por lo que era y por lo que soy. Cierro los ojos, y mi cuerpo flota, no es un sueño, o mera locura, es mi Señor, que me repite: no temas». «La ELA estaba impresa en mi corazón, desde que nací, pero no lo supe hasta hace pocos años. Mi código fiscal empieza con ELA, y no es una coincidencia. No creo en la fatalidad, en el hado; creo sin embargo en el Hada que me escogió como su hijo y nunca me abandonó. María, la madre de Jesús, es mi red, como la del trapecista (…) Es una experiencia que se repite, cada vez que me asalta la duda y la esperanza se transforma en pesado lastre. María siempre está allí, y no puedo temer (…) María me había trazado el camino y Chiara Lubich me enseñó a orientar la brújula hacia Jesús Abandonado en la cruz. Él es el secreto para buscar la Verdad». «Vive el momento presente perfectamente y estarás en Dios eternamente, me enseñó Chiara. Y en el momento presente puedo gritar, no con la voz, sino con el corazón: Soy libre de Amar». Extraído de su blog (en italiano)
Poner en práctica el amor
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