«Mirar alrededor, reconocer lo positivo que hay y vehiculizarlo, gracias al amor recíproco, con todos, especialmente en las periferias, yendo al encuentro de los más pobres. Éste era el deso de la comunidad de los Focolares de esta ciudad. Hemos visto y escuchado a muchos pobres. El primer día nos esperaban cincuenta niños, reunidos por el párroco, fray Michele Floriano, en la parroquia de San José. Nos “asediaron” gozosamente y enfrentamos este encuentro con la confianza puesta en los planes de Dios». Nocera Inferiore es una ciudad antiquísima, que ha sufrido mucho; en los años de la década de 1970, por la criminalidad y por un desarrollo edilicio incontrolado. En la década de 1980, un violento terremoto afectó a toda la provincia, barriendo con pueblos enteros y causando muchas víctimas y derrumbes. Desde hace cuarenta años, familias enteras del barrio Vescovado viven en edificios prefabricados e insalubres, esperando aún una vivienda digna, prometida y siempre postergada. Durante tres días, del 21 al 23 de junio pasado, el taller “Hombre mundo” (como otros similares realizados en muchos países, debe su nombre al trabajo de quien sueña con un mundo más justo y unido) fue para los voluntarios que se pusieron a trabajar – jóvenes y adultos – una verdadera experiencia de “Iglesia en salida”, según la invitación del Papa Francisco. Fue mucha la gente que estuvo muy activa también en la retaguardia, o sea en sus propias casas, preparando comidas. «El barrio Calenda, que limita con Vescovado, y que forma parte de la misma parroquia – escriben Felice y Romilda de la cercana ciudad de Angri – movilizó a su “ Círculo de amigos”. Para ese taller, además, se activaron varias asociaciones, ofreciendo cada una su aporte. “Hombre mundo”, por lo tanto, fue fruto de una red, y el resultado fue un evento que superó a todos. Por acá la marginación corre el riesgo de hacer olvidar incluso la propia identidad. Lo entendimos cuando le preguntamos a una niña: “¿Dónde vives?” y la respuesta fue “Lote 3”». “El barrio Vescovado es peor que Scampia” se ve escrito con grandes caracteres encima de un tétrico edificio prefabricado. Una competencia para abajo, haciendo referencia al barrio de Nápoles tristemente conocido por la delincuencia y el tráfico de droga. Frente al edificio, un amplio espacio al aire libre, en donde se organizan los juegos para los niños. «Las madres, y a veces también las abuelas y alguna bisabuela, bajaban a cuidar a los chicos y se entretenían con nosotros, “distrayéndose” de sus angustias». «En las mañanas, después de un momento de oración y meditación, y tras haber tirado el “dado del amor”, los niños tenían a disposición el área que está delante de la parroquia. Los jóvenes, en cambio, bajo la guía de personas expertas, estaban comprometidos en talleres artísticos, musicales, en actividades ecológicas y visitas al sector de pediatría de un hospital cercano. Además hemos comprobado la intervención de Dios, puntual, que nos sostenía, haciendo llegar, en el momento justo, a las personas que nos podían ayudar. Un ejemplo. El tercer día estábamos en dificultad para organizar los juegos, cuando llegó una llamada telefónica: era una persona experta en animación de niños, que se ponía inmediatamente a disposición. Todos dieron su contribución, incluso los chicos, que se ocuparon de los más pequeños, limpiaron el barrio de la maleza y plantaron flores, para dejar un toque de belleza y de amor en un ambiente degradado. Impactante para los jóvenes fue el testimonio de Roberto, de 49 años, que había pasado por una larga y penosa internación en el hospital, vivida como experiencia de “dolor transformado en amor”». “Hombre Mundo” culminó en el barrio Calenda, en donde el Círculo preparó una cena para todos al aire libre, con el lema de la fraternidad y la amistad, con un espectáculo final de los que habían participado en el taller de música.
Poner en práctica el amor
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