Soy médico internista y pertenezco a la Iglesia Ortodoxa rusa. Como persona y como creyente fui formada por mi párroco y por la espiritualidad de Chiara Lubich. Era muy joven cuando conocí a las focolarinas de Moscú, advertí el llamado a seguir a Dios de forma radical y desde hace siete años vivo en el focolar de Belgrado (Serbia). En Serbia hay una tradición especial, única: la fiesta de la Slava, que las familias celebran el día del santo protector de cada familia: para el pueblo serbio, la Slava es tan antigua como el cristianismo mismo. Ninguna nación cristiana tiene este tipo de celebración, con excepción de los ortodoxos serbios. Para una familia serbia la Slava es casi tan importante como la Pascua y la Navidad. Los misioneros cristianos ortodoxos, que convirtieron a los serbios a la santa fe ortodoxa, cristianizaron también sus costumbres. Al convertirse en cristianos ortodoxos, los serbios aceptaron al santo o los santos del día en que eran bautizados. Por lo que respecta a la cultura serbia, la Slava es un elemento único e ininterrumpido en toda la historia del pueblo serbio ortodoxo. Debido a que los serbios se encuentran en una región geográfica que está entre el Oriente y el Occidente, entre culturas distintas, la Slava se convirtió en una fiesta que se identifica con su nombre y con su existencia. También las organizaciones culturales y sociales, las ciudades e incluso los comandos militares, la celebran. Todos los parientes se reúnen ese día junto a amigos y conocidos; la casa permanece abierta para todos los que lleguen. Nuestro focolar está compuesto por focolarinas católicas de varias naciones y por mí. Desde hace tiempo sentíamos el deseo de hacer nuestra esta bellísima tradición del pueblo serbio y vivirla junto a nuestros hermanos y hermanas. Para elegir el santo protector, en un espíritu ecuménico, nos ayudó un monje amigo nuestro, el padre Djordje, quien nos propuso celebrar a las santas mujeres “mironosice” (las “mujeres que fueron al sepulcro con los aromas”), a las cuales la Iglesia ortodoxa dedica una semana entera a partir del segundo domingo de Pascua. Así, desde hace cuatro años empezamos a celebrar la Slava del focolar. Muchos de nuestros amigos ortodoxos se mostraron entusiastas con nuestra decisión y nos ayudan a preparar lo necesario para la fiesta. Cada año, para el domingo de las santas mujeres del sepulcro, acogemos en el focolar a nuestros amigos de varias Iglesias, entre los cuales también nuestros vecinos, algún colega del trabajo, obreros o médicos. El momento principal –el rito del corte del pan de Slava- lo celebra nuestro amigo el padre Djordje, delante del ícono de las mujeres del sepulcro. Empieza con una oración profunda, acompañada por cantos, después con conmoción, tomados de la mano, rezamos según la tradición de la fiesta de la Slava. Al darnos la bendición la primera vez, el padre Djordje nos señaló a las mujeres del sepulcro como modelos y protectoras del focolar, animándonos a seguir el ejemplo de las mujeres que siguieron a Jesús, y ser “como la sal que transforma la sociedad y a todos alrededor”. Después del rito sigue el ágape, con varias especialidades culinarias, en una atmósfera de fiesta y comunión, como en una familia. Una persona conocida nos dijo que ve en este paso “una auténtica inculturación que aprecia y hace propia la cultura del otro: un cristianismo auténtico”. Fuente: NU, Nuova Umanità, n. 231, p. 75.
Poner en práctica el amor
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