Era un hombre de gran equilibrio y sentido común. Siendo casi ciego, Klaus Purkott realizaba su donación a Dios ofreciendo su escucha a muchos. Era casi ciego y era un hombre de pocas palabras, pero tenía una gran capacidad para escuchar, para una escucha profunda. Así fue como Klaus Purkott entablaba relaciones, ayudaba y acompañaba a las personas; en resumen, vivía su donación a Dios como focolarino. Lo hacía en particular a través del trabajo que hizo en Berlín durante más de 20 años como abogado en una oficina estatal en el Tribunal Civil. Recibía a las personas, especialmente a las personas pobres, que no podían pagar un asesor legal y era estimado y querido por los clientes y colegas, porque podía resolver incluso los casos difíciles de manera inesperada y no convencional. De hecho, tenía una atención especial para quienes se encontraban en situaciones aparentemente sin solución. Este amor preferencial por aquellos que se encontraban en dificultad, Klaus lo había heredado de su pasado comunista. Nació el 31 de diciembre 1936 en la Alta Silesia, una tierra con mayoría alemana, que después de la guerra fue asignada a Polonia. A pesar de su ceguera congénita (tenía una capacidad visual de alrededor del 5 por ciento) logró hacer el secundario y continuó sus estudios en la universidad, siguiendo curso de filosofía marxista. Al igual que su padre, fabricante de cestas y uno de los fundadores del Partido comunista de Polonia, Klaus también esperaba encontrar en el comunismo la verdadera vida. “Pero Dios, como me dijo una vez, a través de mi ceguera, enseguida me hizo comprender la inutilidad de todos mis esfuerzos y me preparó para el encuentro con Él”. Aun en la oscuridad de su vida, Klaus encontró una luz en la figura de Jesús en la cruz, que, precisamente en el máximo de la oscuridad, se abandona en el Padre. Este descubrimiento, que tuvo lugar a través del encuentro con la espiritualidad de los Focolares, cambió su vida y lo llevó a otra opción radical: vivir como un focolarino consagrado con una vida dedicada a los demás. Vive esta opción además que en el ambiente de trabajo en otros campos: en acompañar a personas que confían fácilmente en él, en ofrecer su conocimiento profundo y sabio de la Biblia a través de temas y artículos, o contar experiencias sencillas de su vida. Era estimado por su vasta cultura, su lenguaje extremadamente sencillo, pero también por su humor típico con el que lograba disolver las tensiones. En 1999, ahora retirado, Klaus es llamado a Ottmaring en la Ciudadela Ecuménica de los Focolares en Alemania. Allí también gozaba de autoridad moral. “Era un hermano mayor, – como lo llaman los focolarinos – construía relaciones de manera discreta”. Sus otras características fueron el equilibrio, el sentido común, la sinceridad y una relación profunda con Dios. En 2008 Klaus regresa a Berlín. Hace poco más de dos años se lesionó en un grave accidente, tanto que fue necesario su traslado a un asilo de ancianos. Allí continúa su testimonio de vida vivida según la Palabra de Dios. Pronto se formará un grupo de la “Palabra de vida” a su alrededor y se manifiesta su vivir bien el momento presente; un estilo de vida que le abrió el camino para que llegara dignamente al encuentro con el Padre el 18 de enero de 2019, inesperadamente y sin clamor, durante la acostumbrada siesta después del almuerzo.
Joachim Schwind
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