Homs es la primera etapa del viaje de la presidente y del co-presidente de los Focolares a Siria. El encuentro con la pequeña comunidad que se quedó en la ciudad a pesar de la guerra y que ahora se prodiga en la reconstrucción humana y social de su país. Cuando preguntamos cuáles con los mayores desafíos, la respuesta nos dejó perplejos: “Si respondemos al odio con el amor parecemos débiles y esto no es fácil de soportar ni de transmitir a nuestros hijos. La gente a nuestro alrededor no sabe que el amor es el arma más potente”. Quien lo afirma es una joven madre de familia de Homs, la tercera ciudad de Siria, entre las más afectadas y destruidas durante la guerra civil. Es la primera etapa del viaje de María Voce y Jesús Morán, presidente y co-presidente del Movimiento de los Focolares en estas tierras que presentan las heridas de la guerra pero que también empiezan a levantarse del polvo. La tarde del primero de mayo unos quince miembros de la comunidad más antigua de los Focolares en Siria se reunió en el centro de los Jesuitas. Estaban felices de encontrarse con la presidente y el co-presidente quienes vinieron –como dijo María Voce antes de partir- para conocer, confortar y dar esperanza. Pero ya en este primer encuentro pareció que se estaban intercambiando los papeles, porque es esta gente, que se quedó en Siria a pesar de los grandísimos riesgos, quien ofrece esperanza, alegría y coraje a quien tiene la fortuna de escucharlos. Con desconcertante limpidez y autenticidad cuentan cómo han vivido y sobrevivido a un tiempo tremendo, en donde no pocos lo han perdido todo, pero han mantenido la fe viva en un Dios que es amor y han dado la prueba en una cotidianidad caracterizada por las bombas, la destrucción y la muerte. “Siempre hemos tratado de ser, con nuestra vida, Evangelio vivo” –dijo uno de ellos- “porque la espiritualidad del Focolar ha puesto dentro de nosotros una semilla distinta, que ha sido cuidada por quienes nos han acompañado y parece que ha dado fruto, porque las personas a nuestro alrededor se dan cuenta de que en nosotros han algo diferente”. Y no se trata sólo del hecho de haberse quedado en una situación así o de tener el valor de reconstruir la propia existencia. Muchos de esta pequeña comunidad de alrededor de 50 personas ahora están comprometidos en proyectos concretos para ayudar a su pueblo: de asistencia a los enfermos de cáncer, acompañamiento fisioterapéutico y psicológico a personas con traumas de guerra, asistencia pedagógica a estudiantes de primera y secundaria con cursos de formación ética. “Han mantenido la llama del Evangelio”, les dijo María Voce no sin conmoción. “Y han entendido uno de los puntos fundamentales de nuestra espiritualidad, es decir que el secreto del amor verdadero está en el amor a Jesús que en la cruz grita el abandono. Es realmente una gracia para nosotros haberlos encontrado”.
Joachim Schwind
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