Jesús resucitado nos propone hacer con Él una experiencia de vida nueva y paz, para que luego podamos compartirla con los demás. Para los demás Desde una edad temprana, impulsados por nuestras convicciones cristianas, mi esposo y yo nos propusimos trabajar para los demás. Venimos de familias pobres: las mías trabajaban en una mina, mientras que los padres de Ramón eran campesinos, y conocemos bien las dificultades y las necesidades debido a la falta de recursos. Nuestro deseo se materializó cuando se nos pidió administrar un fondo para niños incluidos en un proyecto de adopción a distancia. Gracias a las contribuciones que hemos recibido, ahora podemos ocuparnos de 23 niños y hemos podido comprar un terreno donde hemos construido una estructura que alberga a una veintena de niños de familias pobres, lo que permite a los padres ir a trabajar. También está en funcionamiento un pequeño taller de costura para las madres. A través de la generosidad de muchos, pudimos desarrollar esta actividad para beneficio no solo de los niños sino también de sus familias. (R. J. – Bolivia) Cuarto embarazo En la novena semana del cuarto embarazo, contraje rubéola. Los días siguientes fueron los más difíciles de nuestra vida matrimonial, nos enfrentábamos a un problema mayor que nosotros mismos. Los médicos nos advirtieron que la posibilidad de tener un bebé sano se reducía al 5 por ciento. Rechazar el embarazo, razonando con la mentalidad actual, parecía la solución correcta. Mi esposo me dejó libre para elegir, pero yo quería que me dijera que aceptara esa nueva criatura. En mi corazón de madre, de hecho, lo había hecho desde el primer momento. Creo que nunca oré tanto en mi vida. Un día mi esposo me dice: “¿Qué pasaría si nuestro hijo no tuviera nada o poco?”. Era la señal que estaba esperando: nos abrazamos y desde ese momento nos sentimos más unidos. Después de seis meses nació un niño hermoso. Sano. (J.O. – Suiza) Robo en casa De regreso a casa, construida con tanto esfuerzo, encontramos todo devastado: los ladrones se habían llevado incluso el lavabo y el inodoro. Al no tener la posibilidad de comprar todas las cosas que faltaban, empezamos una ronda de tiendas de segunda mano. Hasta que en uno de estos reconocimos algunos de nuestros objetos. Quienes los vendieron dijeron que se los habían comprado a algunos de los muchachos del vecindario, a quienes conocíamos bien porque eran nuestros vecinos. Fuimos a su casa, con la intención de recuperar lo que era nuestro, pero también para hacerles entender su error. Ante la realidad, no negaron y con ellos fuimos a recuperar los bienes robados. Durante el viaje, hablamos abiertamente de los valores que dan sentido a nuestras vidas, mientras que ellos hubieran esperado una reacción más dura. Quizás con esto hemos dado nuestra pequeña contribución a la paz. (B.O. – Venezuela)
por Chiara Favotti
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