No ha transcurrido ni un siglo desde que terminó el último conflicto mundial y parece que hoy Europa ha perdido, en cierto modo, el concepto de su desafío original. Teatro de dos conflictos mundiales con millones de muertos, muchas ciudades y comunidades destruidas, el viejo continente se encaminó en los años’50 hacia un renacimiento inesperado. Los fundadores de la actual Comunidad Europea vieron más allá de los intereses particulares de cada país y pensaron en grande, en una comunidad de pueblos que pudiera de algún modo proyectar un futuro de paz y un renacimiento económico. Hablamos sobre Europa con María Voce, Presidente del Movimiento de los Focolares, durante una entrevista, articulada mediante nueve preguntas, que concedió con motivo de la Mariápolis Europea que tendrá lugar los próximos meses de julio y agosto en Tonadico, en el Trentino. En un diálogo abierto y franco, la entrevista se desarrolló afrontando temáticas referentes a la política, los jóvenes, el testimonio de los cristianos de hoy, la Europa que queremos y el significado que puede tener la Mariápolis europea. La diversidad entre las distintas comunidades de pueblos es un valor, afirma María Voce y no es necesario sucumbir ante pretensiones imperialistas o nacionalistas, en la Mariápolis la diversidad se convierte en motivo de riqueza para todos, convirtiéndose en un momento en el que cada uno puede manifestar su propia riqueza y cultura. “Y si cada uno está dispuesto a hacer esto –continua María Voce- nadie sentirá la necesidad de reivindicar su propia identidad porque su identidad es reconocida, valorada y enriquecida por la unidad”. Este es el significado que puede tener la Mariápolis europea y lo que puede aportar a los participantes, realizar juntos una frase que Chiara Lubich decía ya en el 2004: “La más alta dignidad para la humanidad sería no sentirse un conjunto de pueblos a menudo en conflicto entre ellos, sino, por el amor recíproco, un único pueblo enriquecido por la diversidad de cada uno y por lo tanto depositario, por la unidad, de las distintas identidades”. Otro punto afrontado fue la presencia de los jóvenes en la sociedad de hoy en día y su escasa participación en la vida política. María Voce no tiene dudas al respecto y valora el testimonio de muchos jóvenes que en este momento tienen influencia en el campo de la ecología, por ejemplo. Las nuevas generaciones se comprometen con “proyectos que se refieren al bien de la humanidad, que no se limitan al inmediato presente, apoyan proyectos que exigen una vida concreta y que demuestran su autenticidad”, afirma la Presidente de los Focolares. También se refirió la tarea de los cristianos que es bastante ardua, sin embargo ellos pueden transmitir el valor de la solidaridad, de la fraternidad, del amor por los últimos, por los más pequeños y los más pobres viviendo en primera persona una vida coherente a la luz del Evangelio. Entre las preguntas no podían faltar aquellas referentes a su encuentro con el carisma de la unidad ocurrido en Roma durante el período universitario y, como consecuencia, su primera experiencia de Mariápolis, que descubrimos, tuvo lugar precisamente en el ’59 en los valles de las Dolomitas, donde conoció a Chiara Lubich. María Voce es testigo de esa multitud de personas que todos los años irrumpía en esos lugares encantadores, donde las más variadas personas, eran convocadas para experimentar en carne propia el amor recíproco, la fraternidad y realizar así la oración de Jesús, “Que todos sean uno”. La última pregunta no puede no suscitar un deseo y una esperanza: “Mis esperanzas con respecto a Europa son que pueda descubrir su belleza y su vocación, es decir, pueblos unidos que se reconocen los unos los otros y que reconocen unos y en otros principios comunes, valores comunes. La historia de un pueblo es también mi historia, la historia de cada pueblo de Europa es también mi historia, forma parte de mi historia, vive en mi historia”.
Patrizia Mazzola
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