Vivir trasladados a Otro: por ejemplo, al prójimo que en cada momento tenemos cerca: vivir su vida en toda su plenitud. Así como en la Trinidad –y solo eso es el Amor– el Padre vive en el Hijo y viceversa. Y el Amor mutuo es el Espíritu Santo. Cuando vivimos trasladados al hermano (hay que perder la vida para recobrarla), en el momento en que hace falta volver a nosotros mismos para responder al hermano, encontramos en nosotros mismos a un Tercero: el Espíritu Santo, que ha ocupado el sitio de nuestro vacío. Se puede entrar en el otro de varios modos: empujando, como alguien voluminoso que quiere entrar por una puerta pequeña… y es lo que hace quien no escucha hasta el fondo al hermano (quien no muere completamente en el hermano, que es el Paraíso del yo, el Reino del yo) y quiere dar respuestas que va recogiendo en su cabeza y que quizá estén inspiradas, pero no son ese soplo del Espíritu Santo que le dará la vida al hermano. Hay otros (amantes apasionados de Jesús Abandonado) que están más dispuestos a morir que a vivir y escuchan al hermano hasta el fondo sin preocuparse de la respuesta, que le dará al final el Espíritu Santo, el cual sintetiza en breves palabras, o en una, toda la medicina para esa alma. (De un escrito – 8 de septiembre de 1949)
Chiara Lubich
(Chiara Lubich, El Espíritu Santo, Ciudad Nueva, Madrid 2018, págs. 49-50)
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