“¿Qué te parece?, “¿qué harías en mi lugar?”. Cuántas veces alguien nos pide una mano o entendemos que tendría necesidad, o bien estamos seguros de que para ayudar a ese amigo, hermano, a esa persona, realmente se debería “hacer así”. En pocas líneas tomadas de “Meditaciones”, el libro que recoge sus primerísimos escritos espirituales, Chiara Lubich nos invita a cambiar de perspectiva y a ponernos del lado de Dios para tener, no el nuestro, sino Su amor hacia quien quiera que sea. Hay quien hace las cosas «por amor». Hay quien hace las cosas tratando de «ser el Amor». Quien hace las cosas «por amor» puede que las haga bien, pero, creyendo por ejemplo que presta un gran servicio al hermano, quizá enfermo, puede aburrirle con sus charlas, con sus consejos, con sus favores: con una caridad poco acertada y molesta. Pobrecillo; él tendrá mérito, pero el otro tiene una carga. Y esto sucede porque hace falta «ser el Amor». Nuestro destino es como el de los astros: si giran existen, si no giran no existen. Nosotros somos –en el sentido de que en nosotros vive la vida de Dios y no la nuestra– si no dejamos de amar ni un instante. El amor nos sitúa en Dios, y Dios es el Amor. Pero el Amor, que es Dios, es luz, y con la luz se ve si nuestro modo de acercarnos y de servir al hermano es conforme al querer de Dios, como el hermano lo desearía, como lo soñaría si tuviese al lado a Jesús y no a nosotros.
Chiara Lubich
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