El Evangelio hace germinar la semilla de bondad que Dios ha puesto en el corazón humano.Es una semilla de esperanza, que crece en el encuentro personal y cotidianocon el amor de Dios y florece en el amor recíproco. Es un impulso a combatir las malas semillas del individualismo y la indiferencia que provocan aislamiento y conflictos, un impulso a llevar los pesos los unos de los otros, a darnos coraje mutuamente. Herencia Tras la muerte de nuestros padres, entre mi hermana y yo, ambas casadas, habían empezado a nacer incomprensiones por la herencia que considerábamos no estaba bien repartida, y llegamos a convertirnos en enemigas. Me parecía absurdo, pero era así. Pensando en mis hijos imaginaba que ellos también un día podrían volverse como nosotras y empecé a buscar una solución. Me armé de coraje y fui a ver a mi hermana. Ella quedó sorprendida, pero feliz de abrazarme. Después de pedirnos perdón recíprocamente, decidimos ir a buscar las joyas de nuestra madre, que habíamos repartido equitativamente entre nosotras, y las donamos a un ente caritativo. Después de haber actuado así, nos sentimos libres: la generosidad hacia los demás nos había acercado entre nosotras, y también nos hacía sentir más cercanos a nuestros padres desde el Paraíso. (P.F. – Francia) Lo que tengo de más no me pertenece Hace un tiempo, cuando pasábamos las noches en un centro de acogida a los migrantes, Gabriel y yo, tras haber transcurrido la noche allí, por la mañana temprano acompañamos al puerto a un sacerdote y algunos chicos huéspedes del Centro. Tenían que ir a tramitar unos documentos. Hacía frío, nosotros estábamos muy bien vestidos, pero uno de los chicos tenía sólo una camisa muy liviana. Le pregunté si tenía frío, pero por la expresión del rostro caí en la cuenta de que no me había entendido. Entonces me quité el abrigo (yo tenía debajo un sweater muy abrigado) y se lo di. Gabriel, por su parte, le dio un poco de dinero para que pudiera tomar algo durante el día. Volví a casa con una alegría muy grande en el corazón.Cuando llegué a casa, mi esposa me dijo que su hermana hacía tiempo que quería hacerme un regalo, y había optado por un abrigo. (Alfredo – Italia). Todos hijos de Dios Como todas las mañanas, en el metro lleno de gente de todo tipo, generalmente todos absortos leyendo o escribiendo en el smartphone, experimenté por esas personas una sensación de pena, de tristeza. ¿Sabrán por qué vivir? ¿Tendrán un ideal en la vida? Pero luego pensé: cada uno de ellos habrá tenido un dolor en su vida, tal vez alguno de ellos sufre ahora por algo… y los vi de una manera diferente. Ya no como pobre gente, sino como hijos de Dios, quien ama a todos y nos sostiene. (C.T. – Italia) Compartir Estaba en la universidad para rendir un examen, cuando vi que una persona de la administración vino a buscar a un estudiante que debía las cuotas universitarias. Como en ese momento disponía de dinero en mi bolsillo, le propuse a ese estudiante pagar yo por él. Desde ese momento nos hicimos amigos. Conociéndolo mejor, supe que era huérfano de ambos padres y que buscaba un trabajo para pagar el alojamiento universitario. Compartí esa necesidad con otros amigos y nos tomamos el compromiso de ayudarlo tanto económica como espiritualmente. (Steve – Burundi)
Recogido por Chiara Favotti
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