La Palabra vivida nos hace salir de nosotros mismos para encontrar con amor a los hermanos empezando por quienes tenemos más cerca: en nuestras ciudades, en la familia, en todos los ambientes de la vida. Es una amistad que nos vincula a una red de relaciones positivas, enfocándonos en la realización del mandamiento del amor recíproco, que construye la fraternidad. Buscar las palabras apropiadas Mis niños de siete y cinco años jugaban tranquilos sin preocuparse de ningún peligro. No tuve tiempo de llegar hasta donde estaban, cuando explotó la granada, dejando a ambos ensangrentados. Los recogimos y salimos como locos hacia el hospital. Dentro de mí se acumulaban los sentimientos: perplejidad, temor, dolor,… pero tenía que ocuparme de los niños y transmitirles paz. El varón tenía esquirlas en la cabeza y fue operado de emergencia, la niña estaba menos grave. Pasamos la noche en vela al lado de sus camas. Cada tanto se lamentaban, sobresaltados por las pesadillas: “¿Por qué nos hicieron esto?”. Buscaba las palabras adecuadas para darles a entender que quien había disparado seguramente era alguien que había sufrido mucho, quizás no tenía padres, quizás sólo quería destruir los cañones que estaban de nuestro lado… Cuando los niños se durmieron empecé a rezar, a confiarlos a Dios y a pedirle que no quedara en ellos la marca del odio. Hoy, después de décadas, mi hijo considera precisamente ese episodio doloroso, un incentivo para dar su aporte a la paz del mundo. (R. S. – Líbano) Cambio de apartamento Cuando le pedimos a la propietaria del apartamento en el que vivíamos el permiso para hacer una restructuración, costeada por nosotros, ella no nos dijo que tenía la intención de venderlo. Obviamente, después de haber hecho todo el trabajo, cuando supimos su decisión, nos quedamos mal y nos sentimos traicionados. Además el nuevo propietario nos pedía una cuota muy alta si nos queríamos quedar. Así que, de un día para otro, nos quedamos en la calle. Pero nos confiamos a la providencia, seguros de que Dios no nos iba a abandonar. De hecho, no mucho tiempo después, encontramos una posibilidad que respondía mejor a las necesidades de nuestra familia. Pero la cosa más importante fue mantener con la ex propietaria de la casa una relación cordial y no de resentimiento. Aunque ella no lo declaró expresamente, nos hizo intuir su arrepentimiento. La amistad reencontrada cubrió todas las fracturas. (E.V. – Turquía) Desorden Estoy matriculado en la Facultad de Psicología y vivo con otros compañeros en una residencia donde podemos utilizar la cocina común cuando no vamos al comedor. Uno de nosotros, además de ser desordenado en sus cosas, solía dejarla sucia después de utilizarla. Hoy en la mañana pasé por la cocina para prepararme un café y encontré todo patas arriba porque él había recibido huéspedes y había dejado todo ahí. No fui el único que notó ese caos; alguien más, indignado, sugirió que dejáramos todo como estaba para que el culpable se diera cuenta. Pero poco después, en mi habitación, mientras me preparaba para estudiar, no lograba estar en paz; seguía pensando en el desorden de la cocina… ¿Qué era mejor hacer? ¿Darle una lección al otro o hacer un acto de caridad? Sin demora, volví a la cocina, me puse a lavar los platos y los vasos, saqué la basura… Después regresando a la habitación me parecía entender mejor lo que leía. La vida con los demás es una forma de educación que completa las lecciones que escucho en la universidad. (G. T. – Francia)
a cargo de Stefania Tanesini
(Tomado de Il Vangelo del Giorno, Città Nuova, año VI, n.3, abril-mayo 2020)
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