Si amamos, Jesús nos reconoce como su familia, sus hermanos y hermanas. Es nuestra oportunidad más grande, que nos sorprende; nos libera del pasado, de nuestros temores, de nuestros esquemas. En esta perspectiva también los límites y las fragilidades pueden ser un trampolín para avanzar hacia nuestra realización. Verdaderamente todo da un salto de calidad. Racismo Frecuentaba la secundaria; las lecciones y las tareas iban bien, pero no mi relación con los compañeros de clase. Un día estaba terminando las tareas de ciencias, cuando uno de ellos empezó a despotricar en mi contra por el hecho de ser asiático. Ante esa explosión racista no supe cómo reaccionar, me quedé mudo, sólo con la idea de vengarme. Después un pensamiento extraño me pasó por la mente: “Ahora es tu oportunidad”. Necesité un poco de tiempo para entender el significado. Pero tiempo después se me aclaró: “Ahora es tu oportunidad para amar a los enemigos”. Quería acallar ese pensamiento en aras de defender mi identidad asiática. También porque amar a mi enemigo me parecía que alimentaba lo negativo. Pero después de un tiempo, en que no sabía que decisión tomar, concluí que no iba a decir nada. Reforcé en mi corazón enojado el perdón y ofrecí mi herida personal a Jesús, que tanto había sufrido en la cruz. Después de esta experiencia de perdonar a mi enemigo, sinceramente sentí una felicidad que nunca había experimentado antes. (James – Usa) Problemas de fe Cuando nació nuestro tercer hijo con síndrome de Down, esta crueldad de la naturaleza me pareció un castigo por mi infidelidad conyugal. Sentía vergüenza de salir con él y dentro de mí había preguntas sin respuesta. Pero conforme F. crecía, veía en él una bondad primordial, una paz cósmica. No sé qué relación podía tener con mi fe problemática, pero lentamente adquirí otros ojos y, diría que, otro corazón. También la relación en la familia cambió. La cosa extraña es que empecé a vivir como un don la condición de F. No volví a tener problemas de fe ni de dogmas. Todo es gracia. Detrás del velo de la incomprensión hay una verdad que es inocente y pura. (D.T. – Portugal) Regreso Había dejado a mi familia por otra persona de la que me había enamorado en mi trabajo. Enceguecido por la pasión no me daba cuenta de la tragedia que estaba provocando. Siempre me mantuve en contacto con mis hijos, sobre todo con la mayor quien era la que más sufría por mi ausencia. Cuando su marido la abandonó con tres hijos pequeños y mi hija cayó en depresión, vi repetirse el mismo mal que yo había causado. Dios me dio la gracia de comprenderlo y de arrepentirme. Hice todo lo posible para estar cerca de esa familia disgregada, busqué a mi yerno y hablé largo y tendido con él. Él me humilló diciéndome que no tenía el derecho de juzgar, porque ciertos traumas de su esposa eran culpa mía, y que su matrimonio había naufragado precisamente por la falta de equilibrio de ella. De rodillas y llorando le pedí perdón. Él contestó que lo iba a pensar. Después de algunos meses de suspensión surgió una chispa de esperanza, mi hija me dio la noticia de que su marido quería volver a intentar vivir en familia. (C.M. – Argentina)
a cargo de Stefania Tanesini
(Tomado de “Il Vangelo del Giorno”, Città Nuova, año VI, n.4, julio-agosto 2020)
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