En estos meses la comunión de los bienes se intensificó aún más en las comunidades de los Focolares en todo el mundo, respondiendo a muchos pedidos de ayuda. La comunión de los bienes extraordinaria para la emergencia Covid-19 nos está haciendo experimentar una vez más la realidad de “ser siempre familia” que no conoce confines o diferencias, sino que hace surgir la fraternidad universal, tal como la define el Papa Francisco a través de la última encíclica “Fratelli tutti”. Esta comunión se manifiesta a través de verdaderas florecillas o actos de amor, y recuerda la experiencia de los primeros cristianos: ellos, conscientes de formar un solo corazón y una sola alma, ponían sus bienes en común, dando testimonio del amor sobreabundante de Dios y siendo portadores de esperanza. En estos meses de pandemia la comunión de los bienes se desarrolló aún más entre las varias comunidades del Movimiento de los Focolares esparcidas por el mundo, y se pudo responder a muchos pedidos de ayuda. En Asia, en Taiwan y Japón concretamente, los Gen, jóvenes de los Focolares, emprendieron una recolección de fondos para ayudar a las comunidades de la ciudad de Torreón, México. Roisin, una Gen de Taiwan, cuando supo de la experiencia de los Gen mexicanos que estaban ayudando a familias pobres afectadas por el virus, enseguida sintió la necesidad de actuar. Junto con las demás Gen de su ciudad lanzó un llamado a toda la comunidad de los Focolares de Taiwan, que adhirió enseguida a la iniciativa recogiendo fondos para los amigos de México. A raíz de ello, los y las Gen de Japón adhirieron a la iniciativa. En Tanzania, en cambio, una de las familias de la comunidad había quedado sin luz porque la batería de la instalación solar se había agotado. “Unos días antes –escriben de la comunidad local– uno de nosotros había recibido una providencia de 50 euros, que son alrededor de 120.000 chelines tanzanos, para una familia en necesidad. Lo hablamos entre todos y llegamos a la conclusión que debíamos darles esa suma que cubría alrededor del 60% del costo. La familia entonces pudo comprar la nueva batería y volver a tener luz en la casa. Días después llegó una donación de 1.000.000 de chelines tanzanos para las necesidades del Movimiento de los Focolares: casi 10 veces la cifra que habíamos dado… ¡el céntuplo!” La comunidad de Portugal, después de que recibieran un informe acerca de la situación global del Centro Internacional de los Focolares, decidió ampliar el horizonte más allá de sus fronteras. “La suma que hemos recogido hasta ahora –nos escriben– es fruto de pequeñas renuncias, además de algunas sumas imprevistas, que no esperábamos recibir. Vemos que está creciendo la conciencia de la comunión en la vida cotidiana de cada uno de nosotros: juntos podemos tratar de superar no sólo estos obstáculos causados por la pandemia, sino que podemos aspirar a que todo ello se vuelva un estilo de vida”. En Ecuador, en cambio, J.V. consiguió involucrar a muchos en la cultura del dar. Todo nació de “una llamada telefónica a un compañero de trabajo para preguntarle cómo estaba –cuenta– y compartir sus preocupaciones por su familia y las personas de su pueblo que no tienen comida”. Abrió una página de Facebook y envió correos electrónicos para hacer publicidad sobre la situación precaria de ese pueblo. Ello dio comienzo a una gran generosidad no sólo de los vecinos de su barrio sino también en otros sitios. Los amigos de ese compañero, y sus familias, ahora pueden comprar comida y ayudar a los más pobres también. En Egipto todo está cerrado por el aislamiento, incluso el trabajo de la fundación “United World”, que, a través de proyectos de desarrollo en favor de gente que vive en situación de fragilidad social, transmite la cultura de la “fraternidad universal”. “¿Qué podemos hacer y dónde podemos ayudar?, se preguntaron. Entonces, a pesar de la cuarentena y “a través de las comunidades de varias iglesias, mezquitas y otras organizaciones sociales, pudimos ampliar el grupo de gente a la que ayudar: familias de los barrios más pobres de El Cairo, viudas, huérfanos, personas solas, ancianos y refugiados de Etiopía, de Eritrea, de Sudán del Norte y del Sud. Hoy estamos en condiciones de preparar 700 paquetes de alimentos de primera necesidad. Nuestro objetivo es llegar a 1.000 paquetes”. En la República Democrática del Congo los Gen de Kinshasa promovieron una comunión de los bienes constituyendo un fondo para poder ayudar a los más necesitados y nueve familias recibieron jabón, azúcar, arroz y mascarillas. Estos testimonios han ido mucho más allá de la ayuda financiera: como sostiene Roisin de Taiwan, “hasta los momentos más oscuros pueden ser iluminados por el amor y la solidaridad, y por más que estemos aislados los unos de los otros, estamos más cerca de la realización de un mundo unido.”
Lorenzo Russo
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