Con su consagración a Dios el 7 de diciembre de 1943, Chiara Lubich, que entonces tenía 23 años, dio origen al Movimiento de los Focolares. 60 años después recordó este momento en una conexión telefónica, invitando a todos los pertenecientes al Movimiento a renovar su donación a Dios. […] Y hoy, mirando atrás, podemos comprender lo que podía decirnos, hace varios decenios, aquel 7 de diciembre de 1943, el año del nacimiento de nuestro Movimiento: afirma que en aquellos días descendió a la tierra un carisma del Espíritu Santo, una nueva luz; una luz que, según la mente de Dios, debía saciar la sequedad de este mundo con el agua de la Sabiduría, darle calor con el amor divino y así dar vida a este pueblo nuevo alimentado por el Evangelio. […] Y pensó en llamarme a mí, una chica como otra cualquiera. Y de ahí mi consagración a Él, mi “sí” a Dios, seguido muy pronto por muchos otros “sí” de mujeres y hombres jóvenes. Es decir, ese día expresa la luz y la entrega de unas criaturas en las manos de Dios como instrumentos para sus fines. Luz y entrega de sí a Dios, dos palabras extremadamente útiles en aquel tiempo de desorientación general, de odio recíproco y de guerra. Un tiempo de tinieblas en el que Dios parecía estar ausente del mundo con su amor, su paz, su alegría, su guía, y parecía que nadie se interesase por Él. Luz y entrega de uno mismo a Dios: dos palabras que el Cielo quiere repetirnos también hoy, cuando en nuestro planeta se prolongan tantas guerras y sobre todo -lo que es más espantoso de todo- ha aparecido el terrorismo. Luz que significa Verbo, Palabra, Evangelio, tan poco conocido todavía y, sobre todo, tan poco vivido. Donaciones a Dios que hoy son más necesarias y oportunas que nunca, cuando se recluta a hombres y mujeres dispuestos a dar la vida por las causas que mueven el terrorismo. Entonces ¿qué tendremos que hacer nosotros, cristianos, seguidores de un Dios crucificado y abandonado, para que nazca un mundo nuevo, para nuestra salvación y para darnos aquella Vida que no tendrá ocaso? […] […] Vayamos hacia el mundo que nos espera como Evangelios vivos, para poder sumergirlo en su Luz. Podemos hacerlo si seguimos viviendo la voluntad de Dios en el momento presente […] sin olvidarnos de poner en práctica la Palabra de Vida sacada de la Escritura, que se nos propone mes a mes. […] Y, como si naciéramos de nuevo, volvamos a entregarnos a Dios completamente de la manera que Él ha elegido para cada uno de nosotros. Si lo hacemos, el presente y el futuro que Dios nos conceda le serán gratos.
Chiara Lubich
(En una conferencia telefónica, Rocca di Papa, 11 de diciembre de 2003) De: Chiara Lubich, Unidos hacia el Padre, Ciudad Nueva, Madrid 2005, págs. 144-146
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