Cuatro historias de quienes “osan hacerse cargo” cada día: porque no hace falta esperar la jornada mundial de la paz para construir un mundo más unido. «No cedamos ante la tentación de despreocuparnos de los demás, especialmente de los más débiles, no nos acostumbremos a quitar la mirada, por el contrario comprometámonos todos los días a conformar una comunidad compuesta por hermanos que se acogen recíprocamente, cuidándose unos a otros». Las palabras finales del mensaje del Papa Francisco del primero de enero de 2021, por la 54esima jornada mundial de la paz, son un programa revolucionario para la vida de las personas y de los pueblos para este 2021 en el que están puestas infinitas esperanzas de paz; una paz que se construye a partir de la lucha contra la pobreza, por una mayor dignidad de la persona, como posibilidad de resolución de cualquier forma de conflicto, hasta (y no por última) la salvaguardia del planeta. Iniciamos este 2021 con las historias de quienes hemos querido definir como “héroes del cuidado”, personas como nosotros, o que viven a nuestro lado, que no han dejado escapar ocasiones preciosas de amor y proximidad en los ámbitos más variados. Porque el campo de acción del cuidado es vastísimo, es grande como el mundo. Chicos por la Unidad (México) – “Queríamos hacer un proyecto que tuviera impacto tanto social como ambiental y se nos ocurrió recoger tapas de plástico para donar a una fundación que se ocupa de personas enfermas de cáncer, para ayudar con lo que obtuviéramos de nuestra colecta. De este modo contribuimos a respetar el ambiente reciclando el plástico y ayudamos a las personas que están en tratamiento. Hasta hoy hemos hecho 23 entregas para un total de ¡un millón de tapas recogidas en menos de un año! Además hemos recogido otros materiales reciclables y, con la ganancia, hemos llevado alimento al hospital, ropa para personas de escasos recursos y ayudamos a los centros de atención. También hemos sembrado árboles en algunos puntos de la ciudad”. Sandra Mugnaioni (Italia), docente pensionada – En el LIceo Copernico di Prato, desde hace alrededor de veinte años lleva adelante algunos proyectos que transforman a los estudiantes en “ciudadanos activos”. Uno de los proyectos más interesantes es el de los Peer Educator: los chicos eligen un tema, de acuerdo con el profesor que tiene a cargo el proyecto, distinto cada año; se leen documentos, se profundizan distintos aspectos del problema, y después se decide qué hacer. “El año pasado el tema fue el de las así llamadas “ecomafias”. Al final del itinerario 700 chicos de los grados superiores de las escuelas de la ciudad montaron una obra de teatro, la Gardugña, (que significa Cosa Nostra). “De este modo los estudiantes adquieren una sensibilidad y una competencia que les permite convertirse en formadores de sus coetáneos, también de sus compañeros que están en mayor dificultad, por eso son los peer educator que una vez graduados no dejan de buscar opciones de bien y no se alejan de su profe, tanto que la experiencia, dentro y fuera del liceo, es compartida y construida junto con un grupo de docentes cada vez más grande”. Rolando (Guatemala) – Rolando es el propietario de Spokes Café. Hace dos años visitó una casa-hogar cerca de su barrio y allí conoció a Madelyn y le propuso si quería trabajar como barista. “Tratamos de hacer de nuestro café un trampolín para jóvenes como ella -dice Rolando- enseñándoles un oficio, para romper el círculo vicioso y ayudarles a prepararse a afrontar el mundo con dignidad. A menudo después deciden seguir estudiando en la universidad y esto nos llena de satisfacción”. Madelyn tiene 21 años y entró a la casa-hogar con su hermana. La mayoría de las jóvenes que viven ahí fueron víctimas de abusos y explotación. Incluso algunas fueron víctimas de la trata de blancas. Si bien las chicas están seguras en esa casa, muchas sufren por el estigma y difícilmente logran encontrar un trabajo digno. Madelyn cuenta que siempre tuvo dificultades para comunicarse con las personas: “Todavía tengo mucho camino por recorrer pero, poco a poco estoy aprendiendo. Trabajando aquí he descubierto el sentido de la responsabilidad y que detrás de cada cliente hay una persona. Este trabajo ha hecho que mi vida diera un vuelco”. Maria Liza (Filipinas) – jefe procuradora de Tacloban – El Social Development Center for Children (SDCC) es un refugio para chicos que se encuentra en la parte septentrional de Tacloban City, la isla que el el 2013 fue duramente devastada por el tifón Haiyan. Hoy es centro está atravesando graves dificultades por la falta de fondos. “Por eso fuimos donde nuestro alcalde y nos ofrecimos a trabajar -cuenta María Liza- empezamos recogiendo fondos para hacer frente a la falta de suministros y medicinas pero también nos hicimos cargo de las denuncias de violencia contra los menores”. “Pero la conquista más importante ha sido lograr llamar la atención de la opinión pública sobre la situación del centro. Si no hubiésemos intervenido, nunca nadie habría admitido la verdad sobre sus condiciones de vida. Esto ha creado una especie de ‘preocupación pública’, de que la administración de la ciudad realmente se haga cargo de estos niños”.
Stefania Tanesini
Para conocer la versión integral de estas historias visita la página web de United World Project
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