29 de marzo de 1922 – 1° de noviembre de 2020 Jesuita y religioso de los Focolares, fue un gran educador y padre espiritual. Poco antes del amanecer de la fiesta de todos los santos, en la enfermería de los padres jesuitas de Roma, el Padre Paolo Bachelet subió a la Casa del Padre. El 29 de marzo del 2020 había cumplido 98 años. El Padre Paolo entró en la Compañía de Jesús el 7 de diciembre de 1941. Fue ordenado sacerdote el 7 de julio de 1951. Terminó su formación con los votos solemnes el 3 de febrero de 1958. Conoció el Movimiento y su Espiritualidad de la Unidad en los años ‘50, cuando era estudiante de Teología en la Universidad Gregoriana, donde tuvo como compañero de estudios a Pascual Foresi, co-fundador del Movimiento. Enseguida se creó entre ellos un vínculo espiritual que nunca se interrumpió. Chiara Lubich, fundadora de los Focolares, le “confió” una frase del Evangelio para que viviera en su cotidianidad, para que se convirtiera en su Palabra de Vida: “Es necesario que Él crezca y que yo disminuya” (Jn. 3,30). Cuando adhirió a la Espiritualidad de los Focolares entró a formar parte del grupo de religiosos del Movimiento y vivió muchos años, primero en el seminario regional de Anagni (Italia), después en la Capilla de la Universidad La Sapienza de Roma. Fue un gran educador y padre espiritual. Muchos ex-seminaristas de Anagni, incluso aquellos que llegaron a ser obispos, siguieron dejándose guiar espiritualmente por él. En la Capilla universitaria de La Sapienza, donde vivió de 1987 al 2003, fue muy amado y buscado como acompañante espiritual tanto por los estudiantes como por los docentes universitarios. Vivir con él una fuerte relación espiritual siempre era fuente de enriquecimiento y de edificación espiritual. Tenía una gran capacidad de escucha. Realmente sabía hacerse a un lado para acoger plenamente al otro. Al comunicar su alma dentro del pequeño grupo de los religiosos que compartían con él la Espiritualidad de la Unidad, a menudo refería cómo en muchos coloquios se encontraba delante de temas para los cuales no tenía una respuesta. No se preocupaba por eso porque constataba que quien le confiaba sus problemas, gracias a su escucha discreta y atenta, encontraba por sí mismo la luz y la respuesta. Lo comunicaba como un fruto de la presencia espiritual de Jesús que estaba en ese momento presente entre él y su interlocutor, tal como dice el Evangelio «Donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, ahí estoy Yo en medio de ellos» (Mt 18,15-20). Tenía un amplio conocimiento de la Teología Moral y del Derecho Canónico. Siempre le dedicó gran atención a las familias y, con la colaboración de un focolarino casado y otros del Movimiento de los Focolares, en los años ‘90 colaboró con la formación de la asociación Familias Separadas Cristianas (FSC). Siguió con mucha dedicación el grupo romano de la asociación hasta el 2017, cuando se transfirió a la enfermería de Via dei Penitenzieri en Roma. Siguió con atención la preparación y realización del Sínodo de los Obispos sobre la familia. Algunas de sus observaciones, que llegaron a la Secretaría General del Sínodo, se pueden encontrar en el documento final: Amoris Laetitia. Recordamos al Padre Paolo como un hijo espiritual de Chiara Lubich y como un verdadero hermano en el compartir la Espiritualidad de la Unidad, que ahora nos acompaña desde el Cielo.
Armando Ceccarelli S. J.
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