En la periferia oriental de Lima, en Perú, la comunidad de los Focolares asiste cada día a personas que viven en la extrema pobreza, compartiendo alimentos, ayuda material, alfabetización y experiencias evangélicas. Huaycán, está ubicada en la perifería Este de Lima (Perù). De los 200.000 habitantes, el 90% son inmigrantes de los Andes, huyendo de la pobreza. Conservan sus tradiciones y su lengua, el quechua, el antiguo idioma de los incas. En las partes altas de los cerros, viven personas en la pobreza extrema. Sus viviendas con piso de tierra y de un solo ambiente (las camas junto a la cocina), carecen de agua potable, luz, desagües… Son, en su mayoría, vendedores ambulantes. Algunas mujeres son limpiadoras de casas y algunos hombres ayudantes de construcción o recolectores de chatarra. La comunidad de Lima, miró y eligió esa “llaga de Cristo” para amarla con predilección. “Llegamos a Huaycán –recuerda Elsa– alrededor del 1998, cuando con Tata, Carmen, Mary y Milagros llevamos la Palabra de Vida a una comunidad cercana al “Colegio Fe y Alegría”, de las Hermanas franciscanas. Luego se unieron Elba, Mario, Lula, Yeri, Fernando y Eury, Cristina… Íbamos a las partes altas de los cerros y compartíamos con los más pobres las experiencias del Evangelio vivido. Padecían enfermedades, violencia familiar, promiscuidad, desempleo, droga, hambre…”. “Nos sentábamos sobre piedras –cuenta Elba–. Luego, entrando en confianza, sacaban sus sillas. En el invierno, nos invitarnon a sus humildes habitaciones. Allí conocimos a Olinda, la cocinera del Colegio, quien nos abrió su casa para reunirnos. Una hermosa persona que fue nuestro punto de referencia local. La muerte de su hijo, primero, y luego la suya repentina nos causó mucho dolor”. Para aliviar las necesidades, la comunidad de Lima impulsó varias iniciativas: ayudas materiales, sostén educativo de los niños, formación y alfabetización de los adultos, apoyo psicológico, seguimiento y ayuda sanitaria, venta de ropa usada … “Cada año celebramos juntos la Navidad, el Día de la Madre, organizamos paseos y, algunos, participan de las Mariápolis anuales –recuerda Mario–. Una pareja, luego de prepararse, se casó durante una de las Mariápolis, presentes sus 5 hijos y los familiares. Un hecho que marcó sus vidas, como la de tantos que se encontraron con Dios Amor.” “Con la pandemia –sigue Cristina–, muchos perdieron el trabajo y no tenían para dar de comer a sus hijos. Nos organizamos con algunas familias para procurar los víveres necesarios y distribuirlos entre los más necesitados. Una mujer puso en función un horno, que tenía inactivo, para producir pan. De marzo a junio, distribuímos 140 canastas de víveres y 12.720 panes. Conocimos la más pobre comunidad “Granja Verde”, necesitada de un comedor donde preparar alimentos. Nos organizamos: ellos ofrecieron un terreno, colocaron el piso de cemento. Nosotros, la cocina con los utensilios necesarios y un tanque de 2.500 litros de agua potable. El comedor se inauguró el 15/11/2020 y comenzó a operar al día siguiente. Hoy se producen 100 menús diarios. Sabemos, como nos recuerda el Papa Francisco, que si nos olvidamos de los pobres, Dios se olvidará de nosotros. Huaycán, llaga de Cristo, es nuestra predilecta y nuestra gran oportunidad para obtener la bendición de Dios”.
Gustavo E. Clariá
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