Ayudar al prójimo sin pedir nada a cambio, y hacerlo con fe. Ello nos permite también ser portadores de salvación “tocando” con ternura a quien está en el sufrimiento, en la necesidad, en la oscuridad o está desorientado. “Den…” Mi abuela se había comportado muy generosamente dándome una cifra consistente para mis gastos. Yo ya había hecho mis cálculos sobre cómo emplear ese dinero, cuando un amigo me habla de sus problemas familiares. Su padre estaba desocupado y se habían reducido a una sola comida al día. Más tarde, después de haberlo dejado, volviendo a casa, vienen a mi mente algunas experiencias que había leído en un libro que cada tanto encuentro por mi casa. Allí están citadas algunas palabras del Evangelio a las que nunca había prestado atención, o mejor dicho que nunca había tomado en serio: “Den y se les dará”. ¡Qué palabras tan extrañas! –me decía–. El que las pronunció podía sólo ser un loco… o un Dios. Ese “den” daba vueltas en mi cabeza. Al día siguiente fui a ver a mi amigo y le dejé todo lo que tenía en la billetera. Él quedó sorprendido y feliz, y yo experimenté una alegría incontenible. Pero no terminó allí. Algunos días después recibí una llamada telefónica de una revista importante: habían aceptado la idea de publicar algunos de mis artículos, y me hablaron de una importante compensación. (Vincenzo – Italia). En el hospital Una paciente muy anciana deliraba y decía cosas absurdas. Por su edad y sus condiciones de salud, con mis colegas nos pusimos de acuerdo para hacerle sentir más nuestra cercanía y una mañana le puse en la mesa de luz un saludo en nombre de todos. Cuando pasé a verla por los controles de rutina, la encontré serena. Me dijo: “Hijo mío, esta noche sentí la muerte cercana y pensé que llevaría conmigo toda mi maldad”. Me tomó de la mano, continuó: “Te pido a ti y les pido a todos perdón porque no me han juzgado”. Parecía otra persona. Esa viejecita nos ayudó a vivir mejor nuestro servicio. (K.V. – Hungría) Proyecto “El fardo” Con la llegada de la pandemia algunos laboratorios estacionales de un gran centro agrícola habían perdido el trabajo. Cuando supimos eso, con algunos amigos del Sur de la California (EE.UU.) hicimos nacer un proyecto al que llamamos “El fardo” que consistía en recoger ropa, libros, juegos de mesa, pequeños electrodomésticos y otras cosas útiles, que una vez que se hubieran repartido entre esas familias afectadas podrían aliviar algunos gastos y el malestar impuesto por las circunstancias. Esta iniciativa de compartir, vivida con gran entusiasmo, no involucró sólo a nuestra comunidad, sino que comprometió incluso a colegas de trabajo y a otras personas que nos conocen. En tres días conseguimos llenar un furgón con lo que habíamos recogido, que luego fue enviado a las comunidades de la California central. Como contrapartida recibimos un cajón de cerezas que distribuimos nuevamente entre nuestros amigos y vecinos. La experiencia hecha nos ha fortalecido y hecho felices. Fue haber visto que se realizaba ese “den y se les dará” del Evangelio. (G.S. – EE.UU.)
Recogido por Lorenzo Russo
(extraído de El Evangelio del Día, Città Nuova, año VII, número 4, julio-agosto 2021)
0 comentarios