En las afueras de la capital de la República Centroafricana, miembros de los Focolares fundaron una escuela. Hasta la fecha, acoge a más de 500 niños, muchos de los cuales, después de largos períodos de guerra, deben recuperar los años escolares perdidos. Estamos en Bangui, la capital de la República Centroafricana, un Estado ubicado en la parte interna y central del continente africano, sin salida al mar. La capital está ubicada en el suroeste, en una zona fronteriza con la República Democrática del Congo. Hace cuatro años en un suburbio de Bangui nació una guardería y escuela primaria llamada Sainte Claire (Santa Clara), que actualmente alberga a 514 alumnos. Se fundó tras un llamamiento que habían lanzado el papa Francisco y Maria Voce, entonces presidenta de los Focolares: para atender las necesidades de la gente, especialmente hacia las periferias. “Para nosotros, la necesidad más urgente era la educación – explica Bernadine, miembro de los Focolares y directora de la escuela Sainte Claire – porque, después de largos años de guerra, muchos niños habían perdido varios años de escuela. Por lo tanto, podríamos ayudarlos a recuperar y alcanzar el nivel de sus compañeros”. Al estar ubicada en un vecindario suburbano, la escuela recibió de inmediato a muchos niños nacidos de familias que huyeron de la ciudad, donde la guerra destruyó sus hogares. “Vienen aquí para renacer, para comenzar una nueva vida”, continúa Bernadine. El Instituto Sainte Claire es católico y, fundado por miembros del Movimiento de los Focolares, trata de transmitir una enseñanza basada en la cultura de la unidad. El director explica: “cada día se comienza con la oración de la mañana; luego tiramos el dado del amor, en el que se puede leer frases cortas para vivir bien el día. Al día siguiente, antes de volver a tirar el dado, compartimos las experiencias del día anterior. Están los que ayudaron a su madre a lavar los platos, los que hicieron las paces con su amigo después de una pelea…”. En este momento ya no hay guerra en el país y la situación a nivel político es más tranquila. Sin embargo, aún quedan muchas secuelas que repercuten en la población, entre ellas el toque de queda de las 20:00 a las 5.00 de la mañana. Luego, hay numerosas complicaciones vinculadas a factores económicos y sociales. Bernadine, explica: “Hace unos días, por ejemplo, hubo una gran lluvia que dañó los cables eléctricos. A partir de ese momento disponemos de electricidad solo durante 2-3 horas al día. Esto cambia mucho la vida de las personas: empezando por la comida, que no se puede conservar. Por no hablar de todos los que trabajan con electricidad: ¡no pueden realizar sus actividades durante varios días!”. Luego se añadió la pandemia. En 2020, el instituto Sainte Claire tuvo que cerrar definitivamente el año en marzo en lugar de junio, lo que tuvo un fuerte impacto en la educación de los alumnos, que nuevamente se quedaron sin escuela. Pero las consecuencias económicas para todo el país también fueron duras: se cerraron las fronteras y la República Centroafricana, sin acceso al mar, tuvo dificultades con la entrega de mercancías desde el exterior. Por tanto, ha habido un fuerte aumento de los precios. Sin embargo, a pesar de las dificultades del momento, las actividades de la escuela se han reanudado y continúan: “durante la Semana Mundo Unido de este año (del 1 al 9 de mayo) los niños ayudaron a construir un campo deportivo, plantando las semillas del césped, de manera que en unos meses podrán usarlo como un lugar para practicar deportes”. La educación, por tanto, no se detiene, incluso en medio de las dificultades: todavía nos permite sembrar nuevas semillas de esperanza, para un futuro mejor.
Laura Salerno
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