Cuando se reconoce en el dolor ese rostro de Jesús Abandonado por su Padre en la cruz, y se lo acepta con todos los propios límites, entonces ese dolor se transforma en alegría. Y la vida adquiere otra dimensión, mejora, porque se la vive con amor. La pérdida del padre Yo ya era adulto cuando mi padre se fue de casa para formar otra familia, pero sin embargo la pérdida del padre siempre te deja un vacío que nada puede colmar. De él vuelven una y otra vez a la mente recuerdos y palabras. Lo más triste es cuando no sabes con quién compartir la alegría, un triunfo. Por más que ahora ya estoy casado, con un hijo por llegar, hay una sensación de orfandad que sigue estando. Mi mujer, en cambio, siente rencor por el padre que dejó la familia cuando su hermanita y ella eran pequeñas. Por ello, hablar entre nosotros de la figura paterna pone en evidencia nuestra gran diversidad. Pero justamente porque sabemos lo que significa tanto el amor como la falta de él nos esforzamos en ser para nuestros hijos futuros fuentes del verdadero amor. Por otro lado, es el tema en que tanto se hace hincapié en la comunidad parroquial a la que nos estamos incorporando: la naturaleza del verdadero amor, el que supera el egocentrismo, nos la explica Jesús que con su vida y su muerte nos indicó cuál es su medida. (P.I. – Suiza) El amigo humorista Considero que el humor es la visión nueva, que viene de Dios, de la vida cuando se la compara con el aspecto limitado, carente y a veces trágico que el hombre encuentra en los propios semejantes, además de en sí mismo. Durante años colaboré como dibujante con Nino, un queridísimo amigo, en algunas de sus divertidas publicaciones. Todos, absolutamente todos, caminando nos tropezamos. A Nino le pasaba que todas las veces que se tropezaba, se detenía un instante para pensar y cuando retomaba el trabajo se reía de lo sucedido. Después nos lo contaba y todos sonreían. Era ése, si lo miramos bien, el esquema de su humorismo. Un humor que con los años se había vuelto cada vez más fino, sin caer en la sátira, pero igualmente penetrante; era una burla amable no del hombre, sino de su “hombre viejo” que está siempre al acecho en todos. El mismo Nino escribía así hace algunos años: “Pienso que el humorismo es una dimensión imprevista, que de una persona, además de las cuatro medidas tradicionales –altura, longitud, anchura y profundidad–, también consigue descubrir sus cuatro anti-medidas. La cortedad, la bajeza, la estrechez y la superficialidad”. (Vittorio – Italia) Irina y el ecumenismo Soy ortodoxa, nací en Rusia y estuve casada con un sacerdote anglicano. Entre mi marido y yo nunca hubo dificultades teológicas; él amaba mucho a Iglesia ortodoxa. En un momento descubrimos todo lo que también teníamos en común con la Iglesia Católica. En Roma, mi marido dirigió un centro ecuménico en donde empleó todas sus energías. Tras su muerte, durante cinco años enseñé lengua rusa en la Gregoriana. Luego, ya en Inglaterra, fui presidente de un centro ecuménico en Oxford. En un libro que lleva como título El camino de la unidad hablo de mi esposo, de los contactos que tuvimos con importantes personalidades de varias Iglesias que apreciaron nuestra labor ecuménica. Claro, aún queda mucho por hacer para que se realice la unidad, pero no faltan espíritus proféticos que trabajan en este sentido. Son una minoría, es verdad, pero los hay; y son la gran fuerza de la Iglesia. A pesar de que entristece ver que existen aún muchos prejuicios que superar, hay que trabajar y tener esperanza, porque el mandamiento de Cristo es “que todos sean uno”. Para mí la Iglesia ya es una.
Recopilado por Lorenzo Russo
(extraído de Il Vangelo del Giorno, Città Nuova, año VII, número 4, julio-agosto de 2021)
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