La solidaridad compartida el 11 de septiembre por católicos y musulmanes en Indianápolis (EEUU) continua. Los días después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, muchos musulmanes estadounidenses fueron víctimas de un contraataque agresivo y a veces violento por parte de sus compatriotas, porque los hombres que ese día pilotearon los aviones de la aerolínea eran extremistas musulmanes. El Nur-Allah Islamic Center de Indianápolis fue objeto de muchas amenazas de atentado los días después de los sucesos del 11 de septiembre. Por eso, cuando los musulmanes del centro se reunieron para la oración del viernes después de los ataques, sabían que ellos también podrían ser víctimas de un ataque. Pero no estaban solos. Ese día se unieron a ellos algunos amigos católicos que eran miembros de los Focolares, un movimiento de la Iglesia, eclesial, internacional y laico, que entre otras cosas promueve una mayor unidad de la familia humana. “Fue una experiencia muy emocionante”, dijo un miembro del Nur-Allah David Shaheed, quien también es juez del condado de Marion desde 1996. “Se sintieron vinculados a nosotros. Sintieron que éramos amigos y vecinos de casa. Arriesgaron su vida para estar con nosotros en un momento históricamente tan tumultuoso y espantoso”. John Mundell, era miembro de la parroquia de San Pio X el 11 de septiembre y formaba parte del grupo de los Focolares que vino a Nur-Allah el 14 de septiembre de 2001. “Esa experiencia ha sido probablemente uno de los momentos más sagrados de mi vida”, dijo. “Cuando entramos como grupo y nos vieron, se advertía en su mirada y en sus rostros que se daban cuenta de que la relación que habíamos establecido era real. No había nada falso ni superficial”. Los miembros de los Focolares sabían que decidir estar con sus amigos del Nur-Allah después de las amenazas de bombardear su centro podía poner en peligro sus vidas. Pero la relación recíproca era tan importante para ellos que decidieron aceptar ese riesgo. “Nuestra fe católica nos invitaba a estar ahí con ellos”, dijo Mundell, quien ahora es miembro de la parroquia de Nuestra Señora de Lourdes, en Indianápolis. “A partir de ese momento se abrió el camino. Dentro sabía que era justo hacerlo, pero a partir de ahí podía decir, ‘Sí, lo estamos haciendo’”. “Afortunadamente ese día no hubo ataques. Pero algunos miembros del Nur-Allah apreciaron tanto la expresión de solidaridad de sus amigos católicos que se reunieron con ellos en la misa dos días después, en la iglesia de San Pío X. “Era amor recíproco”, dijo Mundell. “Te expandes por amor y después recibes esa misma ola (de amor) de vuelta. Era una sensación sagrada. En cierto modo estaba la presencia de Dios en esta relación que se estableció”. Esa relación había iniciado en 1997, siguiendo el ejemplo de Chiara Lubich, la fundadora italiana de los Focolares, quien había ido a visitar a W.D. Muhammed, el líder de una rama de los musulmanes de Estados Unidos compuesta mayoritariamente por negros estadounidenses. Después del inicio de la relación con los miembros de los Focolares, durante los siguientes años, en el Nur-Allah se empezaron a realizar encuentros de católicos y musulmanes que atraían a personas de toda la región medioriental. Uno de estos encuentros había tenido lugar solo dos meses antes del 11 de septiembre. Pero los eventos de ese día hicieron que la relación se consolidara rápidamente en un modo que no se habrían podido imaginar. “Hay momentos en los que Dios nos llama a la unidad a través del dolor”, dijo Michael Saahir, el imán residente en el Nur-Allah. Para él, ésta es una lección que perdura desde el 11 de septiembre, y teme que se vaya olvidando con el pasar de los años. “Sucede demasiado a menudo que cuando el dolor se aplaca olvidamos”, dijo Saahir. “Tendemos a olvidar demasiado fácilmente. O ni siquiera sacamos el tiempo para estudiar las lecciones que se derivan de estos momentos. Y la unidad de la familia humana es la principal lección”. En los últimos años, los miembros de los Focolares de Indianápolis han tomado más conciencia del dolor experimentado por sus amigos musulmanes negros debido a su raza. “No somos perfectos como estadounidenses, ni como católicos, al abrazar esta idea de la fraternidad universal”, dijo Mundell. “Tenemos todavía mucho camino que recorrer. Hay un aspecto racial en el que tenemos que seguir trabajando y escuchar”. Los miembros de los Focolares y del Nur-Allah se han comprometido para que las lecciones del 11 de septiembre y otras lecciones se sigan recordando. A lo largo de los meses y de los años después de ese día, personas de ambas comunidades de fe han sido invitadas a las parroquias de toda la arquidiócesis y también de fuera, y a las universidades, para contar su experiencia de relación interreligiosa. Cuando Mundell empezó a recibir estas invitaciones, empezó a reconocer el significado de las relaciones personales sencillas que se habían creado con sus amigos musulmanes desde 1997. “Nos hicieron entender lo extraordinaria que era esta relación y que no estaba destinada sólo a nosotros”, dijo. “Había que compartirla con todos”. “La gente tiene necesidad de ver un modelo o un ejemplo”, dijo Saahir. “Agradezco que nuestra relación con los Focolares sea un modelo, no sólo para musulmanes y católicos, sino para cualquiera que quiera ver que es factible y por mucho tiempo”. Mundell y Saahir esperan que la longevidad de la relación entre sus dos comunidades continúe en la siguiente generación”. “Es como transmitir la propia fe”, dijo Mundell. “La próxima generación deberá asumirla como propia. Deben hacer la experiencia. Es algo que haremos durante el resto de nuestra vida. Las relaciones se deben renovar y reconstruir continuamente”.
De Sean Gallagher para “The Criterion”, 3 de septiembre de 2021
Al servicio de la Iglesia en Indianápolis central y meridional (EEUU) desde 1960
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