Movimiento de los Focolares

Un puente que une

Sep 29, 2021

Hacer que fructifique la esperanza. Es la semilla que el Papa Francisco dejó caer durante su Viaje Apostólico a Budapest, que se llevó a cabo el pasado 12 de septiembre con ocasión de la misa conclusiva del 52° Congreso Eucarístico Internacional, poco antes de dirigirse a Eslovaquia. El Centro de esta breve etapa fue la Statio Orbis, “una pausa de compromiso y de oración” en la que las Iglesias particulares se unieron en comunión con el Papa en torno al misterio eucarístico, para profundizar la propia fe. Algunos pertenecientes al Movimiento de los Focolares presentes en el evento nos regalan su experiencia.

Hacer que fructifique la esperanza. Es la semilla que el Papa Francisco dejó caer durante su Viaje Apostólico a Budapest, que se llevó a cabo el pasado 12 de septiembre con ocasión de la misa conclusiva del 52° Congreso Eucarístico Internacional, poco antes de dirigirse a Eslovaquia. El Centro de esta breve etapa fue la Statio Orbis, “una pausa de compromiso y de oración” en la que las Iglesias particulares se unieron en comunión con el Papa en torno al misterio eucarístico, para profundizar la propia fe. Algunos pertenecientes al Movimiento de los Focolares presentes en el evento nos regalan su experiencia. La imagen sugestiva varias veces evocada por el Papa Francisco, durante su reciente visita apostólica a Hungría, es el famoso Puente de las Cadenas que une Buda y Pest, sobre el Danubio. Entre los temas de este viaje, que concluyó en Eslovaquia el 15 de septiembre, mencionamos martirio y represión, la misión evangelizadora y, lógicamente, el Diálogo Ecuménico e Interreligioso. Estas últimas dimensiones son posibles sólo si, en la base, hay “un gran deseo de unidad”, remarcó el Pontífice en su discurso durante el encuentro con los representantes del Consejo Ecuménico de las Iglesias y de algunas comunidades judías. “Nosotros no somos conscientes plenamente de lo especial que es la presencia de tantas denominaciones cristianas en Hungría. Además, el Movimiento de los Focolares aquí desarrolla un importante trabajo tanto en el Diálogo Ecuménico como en el Interreligioso, pero podemos y debemos hacer más. La alegría del Papa nos impulsa a aprovechar más nuestra especificidad”. Es la voz de Eszter, 47 años, casada, madre de cinco hijos, directora de la Casa Editorial Ciudad Nueva en Hungría (Új Város)  y encargada de la sección sobre la espiritualidad de la homónima revista online. “Vivir por el hermano –dice– significa redescubrir que la unidad y Jesús Abandonado son dos caras de la misma medalla y este recorrido sólo puede hacerse alimentándose de la Eucaristía”. Un camino común, en subida, que todos juntos tenemos que seguir. Ésta es la unidad de la que tanta necesidad de escuchar ha tenido este pueblo, nos explica Ágoston, presentador de radio que en estos años ha trabajado como director de la comunicación del Congreso Eucarístico: “Nunca he tenido en mi vida un deseo de unidad tan fuerte como ahora. Unidad entendida, lógicamente, como diálogo con los representantes de las varias religiones, pero también como acercamiento entre nosotros: miembros de los Focolares, hombres y mujeres húngaros. Me parece un reto importante, tender a la defensa de los valores y al mismo tiempo buscar la relación con las personas que están a nuestro lado. Últimamente pareciera que estos factores se excluyesen, pero no es verdad.  Debemos tener más coraje para acercarnos el uno al otro, aceptando el riesgo”. Por ello el Papa Francisco estando en el corazón de Europa, atravesando lugares que han sufrido la violencia de los totalitarismos, nos invita a todos a ser “raíz”, una raíz de paz que removiendo el terreno de la memoria es capaz de alimentarla y hacer germinar el futuro. Este deseo habita también en el corazón de Gergely, joven padre húngaro, que es el editor de Ciudad Nueva. “Me ha impactado mucho una frase del Papa pronunciada durante la homilía final en la Plaza de los Héroes de Budapest, concluyendo el Congreso Eucarístico Internacional: la Eucaristía nos lleva a “rompernos por los demás”. Necesito la Eucaristía como alimento espiritual. Es un modo muy poderoso para salir de nosotros mismos y gracias al cual estamos cada vez menos dispuestos a ignorarnos recíprocamente. Cuando salí de la iglesia –sigue diciendo– y después de la Santa Comunión tuve una discusión con mi esposa, y sentí inmediatamente el contraste. Jesús me ama independientemente de lo que yo soy, por lo tanto ¿cómo podía no ver al otro con los ojos de Jesús?  Entonces, la discusión se volvió una conversación profunda que terminó con la reconciliación. Tendríamos que ver al otro como a alguien a quien servir, amar y aceptar, y estoy seguro de que la Eucaristía nos podrá ayudar en este reto.  Siempre he vivido la presencia de tantas Iglesias en Hungría como una riqueza y mi anhelo es estar unido con todos. Quisiera concentrarme en lo que nos une realmente, y es lo que el carisma de Chiara me ha enseñado a lo largo de estos años: construir puentes y encontrar a Jesús en cada persona”.

Maria Grazia Berretta

 

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