Estamos en tiempos que debemos caminar juntos, al estilo sinodal. En este pasaje se nos pide que pongamos en primer lugar el amor a nuestros hermanos y hermanas, pero especialmente con aquellos con los que trabajamos, estudiamos y vivimos. […] En la ayuda al hermano están resumidos todos nuestros deberes. Lo confirma una de esas Palabras de la Escritura centradas en el amor, que resuenan en nosotros de un modo especial: «Toda la ley alcanza su plenitud en este solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Gal 5, 14). Si esto es así, para nosotros tensión a la santidad significa fijar toda nuestra atención y nuestro esfuerzo en amar al hermano. Para nosotros, buscar la santidad no consiste tanto en quitarnos los defectos uno a uno, cuanto en amar, en pensar en los demás, olvidándonos completamente de nosotros mismos. […] Y ya se sabe: quien ama al hermano, quien vive en el otro, se da cuenta enseguida de que en realidad ya no es él quien vive en sí mismo, sino que es Cristo en él. Cristo vive en su corazón. Y ¿quién es Cristo? ¿Quién es Jesús? Es la santidad. La santidad la encontramos en Jesús que aflora en nosotros porque amamos. La santidad nos llega como consecuencia del amor. Y nosotros no podemos alcanzarla de otra manera. Si buscásemos la santidad por sí misma nunca la alcanzaríamos. Por tanto, amar y nada más. Perderlo todo, incluso el apego a la santidad, para tender solo, solo, solo a amar. Solamente así podremos un día hacer de la santidad un don a María. […] Volvamos a empezar hoy como si fuese el primer día de nuestra revolución de amor y el primer día de nuestro Santo Viaje. Volvamos a empezar sin pensar en nada más, porque en el amor está todo. Vivamos disponiéndonos a amar a cada prójimo como a nosotros mismos y para eso en la actitud constante de «sumergirnos» en cada situación. […]
Chiara Lubich
https://vimeo.com/623447094 (LUBICH, C; Editado por Michel Vandeleene, Conversazioni in collegamento telefonico, Cittá Nuova, Roma, 2019, pp. 120-121)
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