Un padre finalmente puede permitirse comprar una casa para sus hijos. Pero no tiene los recursos económicos y físicos para restructurarla él mismo. Una comunidad se organiza a su alrededor. “Muchos vinieron a ayudarme, en tres días pudimos rehacer el techo y reemplazar los de tierra y paja por unos de yeso”. Estas son las palabras entusiastas de Janos Kalman, serbio, de nacionalidad húngara, padre de 3 hijos. Los trabajos en curso en su casa tienen algo extraordinario. Hasta hace poco, vivía en una casa destartalada y sin agua entre baldíos, y su sueño siempre había sido tener su propia casa. Pero, nunca había podido permitírselo. Gracias a la indemnización por un accidente y la generosidad de muchos, finalmente reunió la suma para comprar una propiedad. Sin embargo, había otro problema. Necesitaba una restructuración. “Me hubiera gustado poder arreglarla – dice – pero sabía que solo nunca lo habría logrado”. Janos caminó con muletas durante 10 años debido a un accidente de trabajo. Ahora ha vuelto a caminar, pero todavía no puede doblar la rodilla. Necesitaba ayuda para los trabajos. Así se puso en marcha la comunidad de los Focolares, poniendo en práctica el lema #daretocare (“atreverse a cuidar”), propuesto por Jóvenes por un Mundo Unido. (www.unitedworldproject.org/daretocare2021). “Decidimos hacer una lista de las personas más necesitadas – explica Cinzia Panero, miembro de los Focolares en Serbia – algunas tenían dificultades económicas, otras estaban enfermas, otras sin casa”. Entre estas últimas, la de Janos, que aún tiene trabajo por hacer, “pero la ayuda que he recibido es un gran regalo para mí”, dice él mismo. Todavía hay un hecho más importante que marca la diferencia en esta historia: la casa de Janos está ubicada en Vojvodina, una región autónoma de Serbia compuesta por varios grupos étnicos (eslovacos, rutenos, rumanos, croatas, con una mayoría de población de habla húngara). Además, algunas personas de la República Checa contribuyeron al trabajo de restructuración, recolectando dinero para los materiales necesarios y enviando a dos personas a Serbia. Todo esto con un detalle: quienes contribuyeron económicamente, por ejemplo, han querido escribir un mensaje personal dirigido a quienes recibirían la suma enviada. Los beneficiados han respondido con gratitud y emoción. Un gesto que ayuda a construir un sentido de familia más allá de la distancia. Un verdadero trabajo en equipo entre diferentes culturas. Entre los voluntarios que ayudaron, hay uno que dijo: “Además de ayudar a alguien que lo necesitaba, sentí que también me estaba ayudando a mí mismo a salir de mi zona de confort”. Puedes ir hacia el otro para construir una casa. Y así, ser casa.
Laura Salerno
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