Estamos en el tiempo litúrgico del Adviento. Por lo tanto, de espera, de preparación para la Navidad. Un tiempo de vigilia y oración. Pero ¿cómo hacerlo? También aquí nos ayudan las circunstancias, los hermanos y hermanas que llenan nuestros días: el amor que seamos capaces de dar será nuestra oración, agradable al Cielo. “Vigilen y oren” (…). En estas dos palabras está encerrado el secreto para afrontar las situaciones más dramáticas de nuestra vida, pero también las inevitables pruebas cotidianas. Pero hoy, para nosotros, en el ritmo frenético y arrollador de la vida moderna, ¿qué esperanza podemos tener de no dejarnos adormecer por el canto de tantas sirenas? Por otra parte, esas palabras del Evangelio fueron dichas también para nosotros… Jesús no puede pedirnos, tampoco hoy, algo que no seamos capaces de hacer. Por eso, junto con la exhortación, no puede dejar de darnos también el modo que nos permita vivir según su Palabra. ¿Cómo se puede, entonces, permanecer despiertos y en guardia? ¿Cómo se puede permanecer en una actitud de oración constante? Tal vez hemos tratado de hacer todo nuestro esfuerzo posible para cerrarnos en defensa de todo y de todos. Pero ese no es el camino y no tardamos en darnos cuenta de que, tarde o temprano, hay que aflojar. El camino es otro y lo encontramos tanto en el Evangelio como en la misma experiencia humana. Cuando se ama a una persona, el corazón vigila siempre esperándola y cada minuto que pasa sin ella está en función de ella. Vigila bien quien ama. Es propio del amor vigilar. Lo mismo hace quien ama a Jesús. Todo lo hace en función de Él, al que encuentra en las simples manifestaciones de su voluntad, a cada momento, y que encontrará solemnemente el día en que Él venga (…) Esa sonrisa que hay dar, ese trabajo que tenemos que hacer, ese auto que hay que guiar, esa comida por preparar, esa actividad por organizar, esa lágrima derramada por el hermano o la hermana que sufre, ese instrumento que hay que tocar, ese artículo o carta que tenemos que escribir, ese acontecimiento feliz que compartimos alegremente, esa ropa que preparamos… Si lo hacemos por amor, todo, todo puede convertirse en oración. Para mantenerse vigilantes, para orar siempre, es necesario entonces permanecer en el amor: es decir, amar su voluntad y a cada prójimo que ponga a nuestro lado. Hoy amaré. Así vigilaré y oraré en cada momento.
Chiara Lubich
(Chiara Lubich, en Parole di Vita, preparado por Fabio Ciardi, Opere di Chiara Lubich, Cittá Nuova, 2017, pag. 634-636)
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