Un sepulcro vacío, una luz que ilumina el mundo y que sobre su estela es posible construir puentes de verdadera unidad. Heike Vesper, Enno Dijkema y Mervat Kelli, focolarinos de diferentes iglesias cristianas, nos hablan de la Pascua. “La Pascua es el centro de la fe cristiana, es el misterio de la Salvación. Sin Pascua no existe el cristianismo. Jesús se encarnó para salvarnos. Todos los cristianos creen en el mismo Jesucristo que murió y resucitó”. Con estas palabras, Mervat Kelli, focolarina ortodoxa de Siria, nos muestra el terreno fértil donde nada termina sino que todo comienza; el espacio tangible en el que es posible encontrarse, compartir y dejarse envolver por la luz de la Resurrección. Este es el sentido ecuménico de la Pascua, la herencia que nos deja Cristo, “un tiempo para adorarLo, dice Enno Dijkema, focolarino católico de Holanda. Jesús -continúa- nos ama hasta el abandono en el Padre, hasta la muerte. ¡Lo da todo! Puedo confiarLe con tranquilidad todas mis miserias, mis limitaciones y las penas de cada uno. No hay una medida de oscuridad que no sea superada por la luz de su amor”. Para Heike Vesper, focolarina alemana de la Iglesia luterana, en la Pascua Jesús abandonado “ha sanado nuestra relación con el Padre. En su grito, en su ‘¿por qué?’ -dice- encuentro todos mis ‘por qué?’ y mis angustias. Y luego, para cada resurrección, es necesaria la espera, el tiempo, el estar de María bajo la cruz sin saber qué hacer, el silencio y la oscuridad del Sábado Santo antes de que llegue el amanecer del Domingo con el fuego, la liturgia de la luz y la renovación del bautismo”. Es un tiempo de gran comunión también con los hermanos, que nace del perdón, como dice Mervat: “En la Iglesia Ortodoxa Siria a la que pertenezco, la Pascua se llama ‘la gran fiesta’. La preparación comienza al principio de la Cuaresma con la consagración del óleo de la reconciliación. Al final de la liturgia, cada fiel moja un trozo de algodón en el óleo consagrado y se acerca a los demás para pedirles perdón uno a uno, para dar y recibir el suyo al mismo tiempo. Dibujando una pequeña cruz en la frente y diciendo: ‘Te perdono de todo corazón, que este óleo sea el signo de mi perdón’. Te pido que me perdones’”. Las distintas tradiciones y las diferentes formas de liturgia representan una riqueza, y poder vivirlas juntos, como sucede a menudo en el Movimiento de los Focolares, pone de relieve, como dice Heike, “la grandeza de Dios Amor. Desde hace tiempo -continúa- vivo en una comunidad con católicos, y son precisamente estas liturgias las que intentamos vivir juntos si el horario de las celebraciones lo permite. Así que, casi todos los años, el Viernes Santo vamos juntos primero a la iglesia luterana y luego a la católica. Lo mismo en Pascua”. “Para mí esta es la primera Pascua en Italia, dice Enno, pero en Holanda pude celebrar el servicio del Viernes Santo algunas veces con mi compañero de focolar protestante. Fue muy bonito”. También Mervat, que según el calendario juliano se prepara para celebrar la Pascua ortodoxa el 24 de abril de este año, está en Italia desde hace algunos años y tiene la dicha de participar con las focolarinas en todos los servicios de la Iglesia católica, sintiéndolo como una maravillosa oportunidad: “Todavía tenemos fechas diferentes, pero tenemos la misma fe, la misma esperanza, el mismo Amor de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Todos tenemos el mismo mandamiento: ámense los unos a los otros como yo los he amado. Esta es la llave que nos abre la puerta a la unidad”.
Maria Grazia Berretta
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