En este texto, Chiara Lubich cuenta cómo el Pacto de amor recíproco con sus primeras compañeras las llevó a experimentar la presencia de Jesús en medio de ellas. Nosotros también podemos vivir la misma experiencia, siempre que pongamos el amor recíproco como base. “En cierta ocasión me preguntaron cómo comprendimos por primera vez la presencia de Jesús en medio de nosotros unidos. Para poder responder a esta pregunta con plena fidelidad al Espíritu Santo, comencé describiendo los momentos de nuestra historia que precedieron a aquel momento, por ejemplo, cuando, ante la posible muerte cercana bajo las bombas, las primeras focolarinas nos preguntamos si habría una voluntad de Dios especialmente grata a Él, para vivirla por lo menos en los últimos días. Y dije que el mandamiento nuevo de Jesús –el amor recíproco con la medida del amor de Jesús, que dio la vida por nosotros– había sido la respuesta. Luego recordé el pacto siguiente: “Yo estoy dispuesta morir por ti”; “Yo por ti”, etc. Pero, naturalmente, me detuve más ampliamente en lo que sucedió después. Es decir, la constatación del salto de calidad en nuestra alma, como si una red la hubiese transportado más arriba, y la experiencia, por primera vez, de una paz única, nunca hasta entonces probada (así se dijo y se sigue diciendo), de una luz que daba sentido a todo lo que nos sucedía, de una nueva voluntad perseverante en vez de la nuestra, con frecuencia inconstante al poner en práctica los propósitos; de una alegría fresca, singular, desbordante; de un ardor y un celo nuevos, muy vivos… Les expliqué que en aquellos momentos nos habíamos preguntado cuál podía ser la causa de todo aquello. Y lo habíamos comprendido así: Jesús en aquel momento se había hecho presente espiritualmente entre nosotros porque estábamos unidas en su nombre, es decir, en su amor. Esa paz, esa luz, ese ardor, esa alegría, etc. manifestaban precisamente esto. Porque si Él está, se producen todos estos efectos; de lo contrario, es inútil hacerse ilusiones: Él no está Así pues, para concluir, comprendimos que Él estaba presente cuando pudimos experimentarlo, pues no se trata de creer que está presente solo por fe, porque Él lo ha dicho; no. Si está Jesús entre nosotros, se deja sentir, se puede tener experiencia de ello. Esta es la belleza y la grandeza de esta presencia suya especial a la que nosotros estamos llamados”.
Chiara Lubich
(Chiara Lubich, Construir el “castillo exterior”. Ciudad Nueva, Madrid 2004, pp. 100-101).
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