Nel 1976, en la rúbrica de la revista Cittá Nuova “Diálogo abierto”, un lector hizo a Chiara Lubich esta pregunta: De vez en cuando siento, como un reproche, que no amo suficientemente a María, que pienso poco en ella. ¿Qué crees tú que haría falta hacer para tener una verdadera devoción por María? Esta fue su respuesta. María está más cerca de Dios que del hombre, y eso que es criatura como lo somos nosotros, es criatura ante el Creador. De ahí la posibilidad que ella tiene de ser para nosotros como un plano inclinado que toca el cielo y la tierra. En cuanto a poseer una verdadera devoción por ella –aunque ensalcemos las distintas devociones que han florecido durante siglos para dar al pueblo cristiano la sensación de un amor materno seguro, que piensa en todas las pequeñas y grandes desgracias que la vida conlleva– yo te aconsejaría un camino que provoca en el corazón un amor a María semejante al que Jesús tiene por ella. Mira, si María tiene todas esas magníficas y extraordinarias cualidades que tú sabes, ella también es la perfecta cristiana. Y lo es porque, como puedes deducir del Evangelio, no vive su vida, sino que deja que la ley de Dios viva en ella. Es quien puede decir mejor que nadie: «No vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí». María es la Palabra de Dios vivida. De modo que si quieres amarla de verdad, imítala. ¡Sé también tú Palabra de Dios viva! Y ya que no podemos vivir todo el Evangelio a la vez, reevangeliza tu vida tomando en serio y viviendo cada día una de las «palabras de vida» que contiene.
Chiara Lubich
(Chiara Lubich, Maria, Ciudad Nueva, Madrid 2017, pp. 189-190)
0 comentarios