Un nuevo paso para conocerse y para caminar juntos. Como conclusión de la Semana de oración por la unidad de los cristianos, desde Bari (Italia), una experiencia de sinodalidad, diálogo y cercanía entre hermanos de varias Iglesias. Desde hace algunos años mi esposo Giulio y yo participamos en diálogo ecuménico en el ámbito de la Diócesis, como representantes del Movimiento de los Focolares junto a otros Movimientos. Hace algún tiempo nos llegó una carta del Cardenal Kock, Prefecto del Consejo Pontificio para la promoción de la Unidad de los Cristianos, y del Cardenal Grech, Secretario General del Sínodo de los Obispos, sobre la necesidad de involucrar a los hermanos de otras Iglesias en las Mesas Sinodales, que son pequeños grupos organizados para elaborar reflexiones y propuestas pertinentes para el camino de nuestra Iglesia diocesana precisamente con motivo del Sínodo que inició en octubre del 2021. Aprovechando la ocasión fui a visitar al Padre Alfredo, quien es el delegado de nuestro Obispo para el diálogo ecuménico e interreligioso, y lo invité a considerar la posibilidad, él después de un tiempo, me contactó para invitarme a participar en un curso para facilitadores de las Mesas Sinodales organizado por la Diócesis, que fue muy interesante. Un segundo paso fue empezar a planificar nuestro encuentro con nuestros hermanos cristianos, y después concretarlo poco a poco, buscamos una sala apropiada, involucramos en la preparación a amigos de otros Movimientos, cada uno conocía a alguna persona de otras Iglesias, que a su vez se convirtieron en facilitadores para otros. Fijamos la fecha y desde la mañana fuimos, junto con mi familia, a preparar la sala para que fuera acogedora, preparamos 6 mesas con manteles coloridos, carteles, marcadores de colores, pero también chocolatitos, bebidas, vasos, etc. No sabíamos cuántas personas iban a venir por lo que pensamos que era mejor exagerar, así que pusimos 6 sillas por mesa. A primera hora de la tarde llegaron nuestros invitados, al final éramos 38 personas de 9 Iglesias distintas y tuvimos que agregar dos sillas. Fue una experiencia bellísima en donde entramos como extraños y salimos como hermanos, con el deseo de conocernos cada vez más para después poder rezar juntos y vivir la caridad fraterna. Había un gran entusiasmo por el descubrimiento de poder estar juntos con la alegría de ser un solo Pueblo de Dios.
Rita y Giulio Seller
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