En unión con la Iglesia universal, la Iglesia de África ha celebrado la Asamblea sinodal que se reunió en Addis Abeba, Etiopía, desde el 1 hasta el 6 de marzo de 2023. Algunas impresiones de los que han participado en ese momento tan importante para la familia del Pueblo de Dios. “Comprender el proceso sinodal significa abrir nuestros corazones al Espíritu Santo que nos habla y escucharnos recíprocamente para desempeñar mejor la misión de la Iglesia”. Con esas palabras el arzobispo de Xai Xai (Mozambique), Mons. Lucio Muandula, vicepresidente del SECAM (Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar), abrió los trabajos de la Asamblea continental que empezó en Addis Abeba (Etiopía) a principios de marzo de 2023. Más de doscientos delegados, entre cardenales, arzobispos, obispos, consagrados, laicos, seminaristas y novicios, junto con representantes de otros credos, se encontraron para reflexionar sobre el documento de la fase continental del Sínodo acerca de la sinodalidad, experimentando la alegría de la escucha y la belleza de sentirse parte de la gran “familia de Dios”. “Hemos discutido sobre varios temas y hemos identificado los reclamos de nuestro camino sinodal para preparar un documento final que represente la auténtica voz de África –cuenta Mons. Markos Gebremedhin, Vicario Apostólico de Jimma-Bonga (Etiopía) y amigo del Movimiento de los Focolares–; ha sido una experiencia de sinodalidad verdadera, un momento de diálogo profundo, de escucha recíproca y de discernimiento, entre las iglesias locales y con la Iglesia universal”. El continente africano cuenta con la bendición de ricos principios y valores, fruto de muchas culturas y tradiciones, enraizados en el sentido del espíritu comunitario, la familia, la solidaridad, la inclusión y la camaradería. “Estos principios y estos valores –prosigue Mons. Gebremedhin– son una semilla buena y sana para el nacimiento y el crecimiento de una Iglesia realmente sinodal en África, en donde todas las vocaciones deben ser valorizadas. La asamblea, con una gran caridad, ha sentido el dolor y los sufrimientos de nuestras hermanas y de nuestros hermanos en África; y esta familia camina con los que se encuentran más afectados, especialmente por la guerra, las luchas étnicas, la intolerancia religiosa, el terrorismo y todas las formas de conflicto, tensión y angustia”. Entre las temáticas afrontadas hubo también una reflexión sobre el rol fundamental de los jóvenes, fuente de energía, pasión y creatividad para la Iglesia; se trató el tema de las mujeres africanas, columna vertebral de las comunidades, para reconocer sus talentos, su carisma y el gran aporte que pueden brindar. Tomar la palabra, dejarle espacio al otro y construir juntos han sido –por otro lado– las tres fases del método de trabajo de la “conversación espiritual” indicado a los participantes por el sacerdote Giacomo Costa, consultor de la Secretaría general del Sínodo. “Participé en la Asamblea como católico adulto nombrado por la Conferencia episcopal de Benín – nos cuenta Guy Constant, voluntario de Dios de la comunidad de los Focolares–. Nos reunimos en pequeños grupos para dialogar sobre la experiencia personal del camino de la sinodalidad durante el primer año del sínodo. Las relaciones de cada grupo fueron presentadas luego en un plenario y a continuación hubo una presentación y una reflexión sobre el documento de síntesis preparado para la fase continental”. “Invocar al Espíritu Santo para dejarlo guiar el proceso y el aporte de cada uno de nosotros – continúa Guy Constant– fue el fruto más bonito que se recogió. Ello permitió aceptar rápida y fácilmente las propuestas de los demás, en lugar de querer imponer necesariamente las propias. El segundo fruto fue experimentar un clima de trabajo de verdadera unidad entre nosotros, con los sacerdotes, obispos y cardenales, sin hacer distinciones. Hubo mucha humildad al acoger los aportes de todos”. Este recorrido de sinodalidad parece haber despertado la sed de una Iglesia que quiere tener en cuenta los pensamientos y los sentimientos de cada uno de sus miembros, que no camina sola, sino que aprende de los demás. Una Iglesia vital que apunta al “nosotros”. “Participé en la Asamblea Continental para el sínodo en África como acompañante de los jóvenes – nos cuenta Fidely Tshibidi Musuya, focolarina del Congo–, y realmente ha sido una experiencia única sentir que yo también tengo una voz que puede ser escuchada. Por primera vez me sentí verdaderamente hija de la Iglesia. Nací en un familia cristiana católica y muchas cosas eran obvias para mí. En cambio, esta experiencia me ha hecho tomar una conciencia nueva de mi pertenencia a la Iglesia, que no es sólo la de los obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, sino que es ciertamente la Iglesia de todos.”
Maria Grazia Berretta
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