El Medio Oriente sigue sufriendo por la violencia, los enfrentamientos y los ataques terroristas. La narración de Joseph, joven sirio de los Focolares, que junto a otros jóvenes alimentan la esperanza de paz en una tierra tan atormentada.
La pesadilla de las masacres de masa vuelve a poner miedo. El Medio Oriente se encuentra convulsionado aún por guerras, ataques terroristas, violencias de todo tipo que causan sólo muerte.
En Siria, el 6 de octubre pasado drones cargados de explosivos cayeron sobre una academia militar de Homs durante una ceremonia de festejos. El balance fue de un centenar de muertos, entre los cuales unos treinta niños y mujeres. Al día siguiente hubo otro ataque similar durante las celebraciones fúnebres, por suerte neutralizado a tiempo.
No faltó la respuesta siria con una lluvia de bombas a la localidad de Idlib en un área fuera del control del gobierno. Una escalada de violencia a la cual el enviado especial de las Naciones Unidas en Siria, Geir O. Pedersen, respondió reclamando enseguida el cese del fuego, protección para civiles y el comienzo de negociaciones de paz.
En este escenario de guerra, mientras las violencias siguen intensificándose y parece que no hay esperanza para un futuro de paz, algunos jóvenes sirios pertenecientes al Movimiento de los Focolares se encontraron con ocasión de su reunión anual.
Joseph Moawwad, 24 años, participó en ese congreso y nos ha escrito para compartir su experiencia personal. “Vivía un período muy difícil últimamente, una sensación de tibieza, sin entusiasmo, incluso para este congreso, tal vez por las fuertes tensiones que vivo y que viven los jóvenes sirios. Las consecuencias de la guerra perduran aún hoy, ya desde hace 13 años, y por último, el ataque de unos pocos días atrás a Homs. Lo supimos justo cuando empezábamos el congreso. Pero a pesar de ello, la gran sorpresa fue encontrar a 90 jóvenes de los Focolares que habían llegado de todas las regiones de Siria. Sentí como si hubiera sido una tormenta que quitó las cenizas que cubrían las brasas de mi corazón, y así volvió a surgir el “fuego” en mí. Experiencias de comunión, de haber compartido las vivencias, de fraternidad entre nosotros y esa tensión a vivir el amor recíproco para poder tener la presencia de Jesús entre nosotros (cit. “Donde dos más están reunidos en mi nombre, yo estoy en medio de ellos”, Mateo 18,15-20) borraron todo lo que había sufrido antes y permitió que esa llama que me parecía haberse vuelto a encender en mí, se hiciera más potente.
Al final del día, durante la oración comunitaria, quise tomar una decisión: custodiar esa “llama” que había visto volver a encenderse, cuidarla por mucho tiempo, hacerla crecer, donarla a las personas más débiles y desalentadas. Descubrí que la unidad con los demás jóvenes de los Focolares, el amor recíproco que nos une, son la solución a todo este odio y al mal que vivimos. Luego, la presencia de Jesús en nosotros y entre nosotros: él es quien nos da la fuerza y nos dará la esperanza para un futuro mejor”.
Lorenzo Russo
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