En la frase “Dad, pues, al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios” (Mt 22, 21), está la inminente petición de vivir radicalmente nuestra fe, y amar significa precisamente esto: hacer la voluntad de Dios que nos da todo y lo hace sin límites; reconocer su voz en el ruido ensordecedor del mundo y elegirla como camino principal en la vida cotidiana. Entre los pobres de las periferias Provocados por la situación de degradación y pobreza de muchas familias de nuestra zona, y estimulados por la Palabra de Dios, algunos de nosotros, después de haber presentado la propuesta a las autoridades religiosas y civiles, tomamos medidas para dedicarnos en particular a los niños de las periferias. Primero, algunas madres que viven en casas precarias se ofrecieron a ayudarnos para familias aún más pobres. Nuestro servicio comienza con el registro y pesaje de niños de cero a cinco años, instruyendo a las madres sobre nutrición alternativa (bajo costo y alto valor nutricional), vacunas, lactancia materna y educación. Es sólo un primer contacto para luego afrontar problemas más graves: desempleo, alcoholismo, abandono, hambre, falta de vivienda, drogas, miseria. Con nuestras familias acudimos cada fin de semana en ayuda de quienes viven en casas precarias para ofrecerles, con la ayuda de otros cristianos, mejores condiciones de vida. La comunión de bienes creada entre nosotros contribuye a mejorar la calidad de vida de estos niños para que no sólo vivan, sino que tengan asegurada una vida digna. (M.N. – Brasil) Un trabajo inesperado Al pueblo donde vivimos llegó hace un tiempo un matrimonio con cinco hijos. El padre estaba sin trabajo y tuvo que mudarse de casa por motivos de salud. Como su profesión era compatible con la de mi marido y además nos habían prometido un trabajo importante, decidimos contratarlo en nuestra empresa. Sin embargo, al cabo de unos meses, el trabajo con el que contábamos desapareció y empezamos a preocuparnos por el futuro. En aquel período la Palabra del Evangelio que nos habíamos propuesto vivir nos invitaba a la oración porque, decía el comentario, hay dos tentaciones: «La presunción de arreglárnoslas solos y el miedo de no conseguirlo. En cambio, Jesús nos asegura que el Padre celestial no dejará que nos falte la fuerza del Espíritu si estamos vigilantes y se lo pedimos con fe». Con fe nos dirigimos entonces a Él, confiándole la nueva situación, seguros de que pensaría en ello. Al día siguiente, mi marido recibe un trabajo importante e inesperado. Desde entonces ya no nos falta trabajo y el recién llegado sigue trabajando para nosotros. (M.R. – Suiza) El préstamo Durante el primer semestre escolar había compartido mi beca con otro estudiante que no podía pagar el abono para el comedor porque provenía de una familia muy pobre. Al comienzo del segundo trimestre, me confía que sus padres necesitan dinero urgentemente y me pide un préstamo. Había reservado esa suma para libros y comida, pero por amistad decido complacerlo. Por algunos días no lo veo, mientras que antes siempre venía a hablar conmigo. Estoy empezando a preocuparme e incluso a enojarme. Entonces, de repente, el Evangelio viene en mi ayuda con el pensamiento de que es correcto ayudar a un prójimo que está peor que yo. Una vez que me calmé, fui a visitarlo a su casa. Apenas nos vimos me dijo que no había vuelto a aparecer porque le daba vergüenza no tener todavía el dinero para devolverme y no sabía qué hacer. Le dije que me los devolvería cuando pudiera y que en caso contrario todo estaba bien: lo importante era nuestra amistad, que no debía fallar. (J.B. – África)
Maria Grazia Berretta
(tomado de Il Vangelo del Giorno, Città Nuova, año IX – n.1° septiembre-octubre 2023)
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