Dios nos creó para participar de su vida, para amarlo y sentir su amor. En particular, al poner a nuestro lado a los hermanos, nos invita a salir de nosotros mismos, a reconocer las necesidades de los demás y a usar ese mismo Amor para apoyar y animar a todos. De Benín En los ocho meses que pasamos en Benín, con la ayuda de amigos de Europa pudimos cubrir las necesidades más urgentes de nuestros vecinos: proporcionamos alimentos, pagamos la matrícula escolar de algunos niños, incluido el material escolar, compramos medicamentos… Trabajamos para mejorar la suerte de los que estaban sin trabajo y vivían en situaciones extremas, convencidos de que sólo el amor puede lograr una promoción humana. Un fin de semana del pasado mes de noviembre nos reunimos con la comunidad, unas cien personas que habían venido desde muy lejos, con sacrificio. Son ocasiones importantes en las que es posible crear juntos el boceto de una sociedad nueva. Precedentemente, algunos habían hecho las copias de la Palabra de Vida para distribuirlas a los demás junto con las invitaciones, otros que se habían preparado las comidas comunes. La mayoría de las familias llegaron con un gran deseo de profundizar en la vida del Evangelio, una vida que tiene a Jesús presente entre nosotros como su Maestro. (Una pareja de París – Benín) En el tren De pie en el tren abarrotado, de repente me doy cuenta de que un anciano frente a mí se siente mal, sostenido por la mujer que debe ser su esposa. Me acerco para tomarle el pulso: es arrítmico. Solicito a los viajeros que se alejan para darle aire, le desabrocho el cuello de la camisa y lo hago acostarse. Hay agitación entre los pasajeros, interesados por el estado de salud del anciano. Llega también el conductor del tren, lo invito a llamar una ambulancia, y presentándome como médico, tranquilizo tanto al señor como a su mujer: “Ha sido sólo un desmayo, un colapso”. En la primera parada, con la ambulancia ya fuera de la estación, el señor recuperó el color. Tranquilizo a la enfermera y al médico que han llegado mientras tanto, luego los acompaño, con el anciano tendido en la camilla, a la ambulancia, en medio de los agradecimientos “corales” de los viajeros y del conductor del tren. Reanudé mi camino, viendo con alegría cuánta participación humana había suscitado mi simple intervención en tantos desconocidos, que se convirtieron, aunque fuera por poco tiempo, en “prójimos” de aquel hombre. (C.F. – Italia) La conferencia Estaba pasando por un mal momento tanto en el trabajo como en casa. Me sentía desmotivado y sin fuerzas. Para complacer a mi esposa, la acompañé a una conferencia que no era para nada de mi interés. Pero escuchando al orador que hablaba de un teólogo ruso, me llamó la atención su afirmación de que todo lo que está movido por el amor a alguien es creativo. Entonces reflexioné sobre mi vida, sobre el trabajo en el banco que se había vuelto repetitivo, sobre las relaciones con colegas enfermos de arribismo y desconfianza. ¿Qué significaba para mí ser creativo en un entorno así? Al día siguiente, en mi forma de tratar a los clientes, intenté añadir una palabra, una cortesía, una sonrisa; y en cuanto a los compañeros, interesarme por ellos, pidiendo noticias de sus hijos, de un familiar que sabía que estaba enfermo… y donde todo me parecía gris, poco a poco volvía el sol. Naturalmente, también quería saber más sobre ese teólogo, Solov’ëv, que, como un hermano mayor, me había “despertado”, ayudándome a salir al encuentro de los demás con la creatividad del amor. (ZW – Polonia)
Maria Grazia Berretta (tomado de Il Vangelo del Giorno, Città Nuova, año X– n.1 enero-febrero 2024)
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