Lara Abou Moussa y George Zahm
«Somos dos jóvenes libaneses y estamos agradecidos de tener la oportunidad que se nos brinda hoy de poder hablar ante esta asamblea tan especial, llamada a recibir las esperanzas y los problemas del pueblo para transformarlas en leyes al servicio del hombre»
Lara Abou Moussa y George Zahm comienzan así su relato. Ellos son dos de los 400 jóvenes presentes que se reunieron en la Cámara de Diputados italiana, el 12 de marzo pasado, conmemorando a Chiara Lubich. Ella es bioquímica, tiene 25 años y trabaja en un laboratorio que controla la calidad de los alimentos. Él tiene 22 años y es estudiante de marketing y publicidad. «
Como saben, Medio Oriente vive una de las páginas más sangrientas de la historia de la humanidad. Delante de tanto horror, el ejemplo extraordinario de personas condenadas a muerte que rechazan renegar de su religión, que rezan por quienes los persiguen y perdonan estos masacres antes de su muerte, como fue el caso de los veintiún coptos muertos en Libia durante los sucesos de febrero pasado, es algo que nos interpela profundamente, tanto a los cristianos como a los musulmanes que vivimos en estos países, y nos lleva a considerar la grandeza del amor, del perdón, que un día cambiarán la faz del mundo.
Muchos ejemplos de Siria, nos han reconfirmado que el amor todo lo vence también allí donde parece imposible. Es el caso de una familia siria que perdió dos de sus hijos de 3 y 9 años. Mientras jugaban en el balcón, un misil los hirió, precisamente en el momento en que estaban contentos de poder finalmente jugar al aire libre, aprovechando un supuesto cese al fuego. Ante el drama y el dolor de sus padres, el amor presente en la comunidad de los Focolares, y el compartir cotidianamente este sufrimiento, tratan de sanar esta profunda herida y de dar sentido a su existencia.
Otro hecho dramático ocurrió a una familia que esperaba un hijo. El papá y su hermano se habían ofrecido como voluntarios para mantener la seguridad de su barrio. Los grupos armados disconformes con su presencia los raptaron durante dos meses y luego los devolvieron a sus familias, muertos, descuartizados. Nuevamente el amor de la comunidad cristiana alrededor de estas familias ha podido ofrecer un poco de consuelo. Estas mismas personas dicen que la fuerza del amor es lo que los ayuda a aceptar este trágico dolor y a superar poco a poco su drama.
Uno de nuestros amigos que se quería reunir con nosotros, fue detenido en la frontera y se encontró por error en la oscuridad de la prisión. Teniendo como única arma la oración y la confianza en Dios, decidió dejar de lado su pena, para ofrecer a los otros prisioneros una sonrisa, una escucha, un consejo, y también los pocos alimentos que tenía. Quería testimoniar el amor de Dios en este lugar tan oscuro. Ante su actitud sorprendente los otros prisioneros se pusieron también en la disposición de ayudarse recíprocamente. Algunos días después lo dejaron salir de la prisión.
En lugares distintos, especialmente en Jordania, no dudan en recibir en las propias casas y con los pocos medios que tienen, a las familias iraquíes refugiadas, que descubrimos como nuestros hermanos y hermanas. Compartimos con ellos el hambre, la vergüenza, la humillación, la pérdida de personas queridas y nos enriquecemos de los tesoros escondidos detrás de sus sufrimientos. Nos interpelan las palabras de Jesús que están en el Evangelio: “…Tenía hambre y me diste de comer, tenía sed y me diste de beber, era extranjero y me alojaste en tu casa, estaba desnudo y me diste ropa, estaba enfermo y en prisión y viniste a visitarme”. Con muchos amigos, comprobamos y creemos firmemente que la violencia no tendrá la última palabra. Existe la capacidad de destruir, pero nunca podrá eliminar al hombre y la fuerza del amor que habita en él. Delante del odio, como dice Chiara Lubich, un acto de amor es capaz de frenar la mano de un terrorista».
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