Movimiento de los Focolares

¿Por qué quise volver a Siria?

Abr 20, 2015

De tú a tu con Ghada, focolarina árabe-cristiana, libanesa. Una vida dedicada a su gente de Medio Oriente. Desde hace un año y medio está nuevamente en Siria. Para seguir creyendo y esperando.

20150421-01Una mirada viva, una sonrisa dulce, con un velo de tristeza, que permanece cuando cuenta los trágicos acontecimientos del país que se convirtió ahora en su patria por propia elección. Ghada, ¿qué es lo que te ha empujado a volver a Siria?

A los 20 años dejé la familia y la patria para seguir a Dios. En septiembre de 2013, cuando decidí volver a Siria, el entusiasmo era el mismo. Estaba intacto. No me asustaba la idea de que podría morir. Mucho más me atraía el deseo de vivir al lado de las personas que años anteriores había conocido y quería que ellos sintieran que no habían sido abandonados. Me impulsó el deseo de compartir su vida, sus temores, la precariedad de su modo de vivir cotidiano. Aquí, de hecho, las bombas explotan cuando menos te lo esperas.

Pero, ¿no existe ningún aviso previo a los bombardeos para poderse proteger de algún modo?

No hay sirenas que anuncien los raid y tampoco se puede confiar en una estrategia que haga suponer cuándo y dónde caerán las bombas. Por otro lado, estamos ya en el 5º año de guerra y no podemos estar atrincherados por siempre. Uno se puede detener un día, un mes, pero después, aunque truenen los morteros, la vida debe continuar: los niños van a la escuela y los padres van a trabajar para mantener la familia. Todo va adelante, en la precariedad y en el riesgo más absoluto. Había vivido el mismo drama cuando estaba en el focolar en Líbano, pero aquí todo se agravó más, todo es más difícil. Aquí se respira terror y violencia en cada rincón.

20150421-02Tú ya estuviste en Siria en el pasado. ¿Nos puedes decir algo del cambio que encuentras?

Cuando estaba en el focolar de Líbano, viajaba a Aleppo, a Homs y también a Damasco porque ya había muchas personas que deseaban mantenerse en contacto con los Focolares. Por la sensibilidad y la profundidad interior del pueblo sirio, resultaba fácil estrechar vínculos significativos. Se compartían los valores cristianos, que son aquí muy sentidos. Aún dentro de la pluralidad de las Iglesias y de ritos distintos, propia de esta tierra, había y hay todavía gran armonía entre todos. Cuando en el ’94 se planificó el focolar en Aleppo, fui enviada a abrirlo junto con otras dos focolarinas. Me quedé durante 9 años. Para Siria eran momentos de prosperidad: el país no tenía deuda pública y el PIL estaba en constante incremento. De noche las chicas podíamos salir libremente.

Ahora hay una tempestad. Pero lo peor es la ausencia de perspectiva de que esta guerra pueda terminarse.

Volví, para decir junto con los otros focolarinos que están en Siria, que no los hemos olvidado, que Jesús nos hizo una única familia y por esto queremos correr los mismos riesgos. También nosotros, de hecho, como todos, vamos al trabajo, a la iglesia, al mercado, sin saber si volveremos a casa. Estamos allí por el amor que nos liga y la comunidad en Siria sabe que estamos dispuestos también a dar la vida por ellos.

Del mismo modo que ellos también están dispuestos a darla por nosotros. Esta reciprocidad es de verdad excepcional. Compiten para hacernos sentir bien, para compartir con nosotros todo lo que tienen.

Ustedes las focolarinas, están en Damasco, una ciudad fascinante, rica en arte, en historia, una famosa meta turística. ¿Cómo se vive allí, hoy?

En la ciudad, pero también en los pueblos, cada día se desafía a la muerte. El transporte a menudo no existe por la falta de gasoil y los continuos sitios de bloqueo. Se sabe cuándo se sale pero no se sabe cuándo se vuelve. En las casas falta la electricidad y también el agua durante horas. Se llega a la exasperación. A tal punto que el éxodo –para quienes quieren dejar el país- está en continuo aumento. Se calcula que la emigración, tampoco está exenta de enormes riesgos, ha superado los 6 millones de personas. Pero la religiosidad es siempre muy fuerte. En el Vía Crucis del viernes santo, aún conscientes de que las bombas podían explotar de un momento a otro, los cristianos estaban todos en la procesión, llevando con ellos también a los niños. Recientemente los muchachos que conocemos hablaron por skype con un grupo de coetáneos portugueses. Ellos querían organizarse para mandar ayuda y preguntaban qué era lo que más precisaban. Y ellos, aun teniendo necesidad de muchas cosas materiales, seguían repitiendo: «Recen por nosotros, recen por la paz, recen para que se detenga este espiral de odio»

20150421-03La elección de ustedes de quedarse en Siria, es una elección fuerte, valiente…

No nos sentimos héroes. Tampoco estamos aquí a título personal. Antes de partir pude encontrar al papa Francisco y en sus palabras de aliento sentí todo el amor de la Iglesia que se acerca a este pueblo tan probado. Nos sentimos sostenidos también por el amor de todo el Movimiento de los Focolares esparcido en todo el mundo. Precisamos este amor para seguir esperando, impotentes frente a la supremacía de los intereses económicos y a la proliferación del mercado internacional de armas. Nuestra misión es participar y compartir los dolores cotidianos de la gente. Festejamos juntos los aniversarios, construimos momentos de distensión entre adultos y niños para tratar de aliviar el stress. Organizamos momentos de espiritualidad, rezamos juntos por la paz. En Navidad nuestros jóvenes organizaron un concierto al que asistieron 300 personas, entre ellos también amigos musulmanes. Recientemente festejamos una boda. En la familia habían sido asesinados dos hijos y a causa del luto, la chica no podía salir de la casa vestida de novia. Entonces salió del focolar, y todos nosotros la acompañamos a la iglesia. Tratamos de integrarnos en las iniciativas de la Iglesia local y con las otras expresiones eclesiales que están aquí, nos ayudamos a aliviar los sufrimientos y las privaciones de la gente. Para continuar juntos esperando y creyendo, sosteniendo cada esfuerzo a fin de que la paz llegue.

 

 

 

 

 

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