Movimiento de los Focolares

República Dominicana, el sueño de una orquesta

May 20, 2015

El testimonio de Diane Gregory, de los Estados Unidos, en contacto con una de las obras sociales de los Focolares en el país caribeño: “Todo es posible cuando damos todo de nosotros mismos”.

DSC09942.JPG«Podría ir a República Dominicana y dar clases de música por un par de semanas en la escuela “Café con Leche”, había dicho en voz alta casi sin pensar que iban a tomar en serio mi comentario. Este viaje inesperado se transformó en una de las experiencias más ricas que he podido vivir –cuenta Diane Gregory, ex miembro del Conjunto Internacional Gen Verde, ahora radicada en los Estados Unidos-. Casi no tuve tiempo de prepararme y ya estaba en el avión rumbo a Santo Domingo. Hacía frío, esa mañana del 9 de abril pasado. Había nieve mientras partía del aeropuerto JFK de Nueva York hacia la isla del Caribe, que me acogió con su clima tropical y su mar turquesa. A lo largo del camino que me llevaba a la zona colonial de la capital donde me iba a hospedar, veía las lindas playas con palmeras, los suburbios a lo largo de la vía… A la mañana siguiente me subí a la “Guaguita” (un microbús con 9 lugares, ¡que transportaba a 23 personas!) con Kathi, una joven alemana que también había venido para dar un aporte a la escuela. La escuela “Café con Leche”, que es una de las tantas obras sociales del Movimiento de los Focolares, nos sorprendió por su calidez, vitalidad y color. Las aulas no son iguales a las que yo estoy acostumbrada a ver en Estados Unidos, sino más creativas y apenas capaces de contener a los 570 estudiantes, de 6 a 14 años. Pensar que sólo hace 20 años la escuela empezó en un galpón de madera con sólo 20 alumnos. Ahora, con la ayuda de muchos, ha surgido el edificio que recibe a los chicos y les ofrece educación y una buena comida al día. Pero no sólo esto. En la escuela hay un ambiente difícil de describir, una armonía de relaciones que ofrece a los estudiantes un ambiente sano para estudiar y crecer. Marisol,Diane,gen che aiutano.JPGLos diez días que transcurrí allí, han sido más que dinámicos. Junto a Marisol Jiménez, fundadora y directora de la escuela, vivimos un continuo florecimiento de ideas, que después concretamos en las clases: lecciones de saxofón, de piano; un coro, juegos y ejercicios musicales, lecciones de lectura musical; construimos instrumentos de percusión, preparamos obras de teatro, bailamos, e incluso tuvimos clases de “macramé”, un arte que había aprendido de pequeña y que consiste en crear collares y otros objetos tejiendo con nudos. Pero el sueño de Marisol es formar una banda musical: los instrumentos ya llegaron de Suiza y los estudiantes tienen muchos deseos de aprender (¡tienen el ritmo en la sangre y mucho entusiasmo!). Sólo faltan los fondos para contratar a los profesores de música… ¡que esperamos que lleguen! “Café con Leche”, que recuerda el hermoso color de la piel morena –porque no es sólo café ni sólo leche– que es la de la gran mayoría de la población dominicana. Ahora para mí ya no es ese lugar especial del que había oído hablar o del que había leído en las revistas. Hoy se ha convertido en una experiencia viva: la escuela, los estudiantes, los profesores, ahora todos tienen un nombre, un rostro y una historia. Regresé con la convicción de que todo es posible cuando “aprovechamos el momento” y damos todo de nosotros mismos».

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