Baobab es el nombre de uno de los muchos centros de acogida de prófugos. Está ubicado cerca de la estación Tiburtina de Roma. Recibe a casi 400 personas entre eritreos, somalíes y sudaneses, jóvenes hombres y mujeres, cristianos y musulmanes. «Allí trabaja un espontáneo grupo de voluntarios, feliz, cálido, libre, y también caótico y anárquico- cuenta S.- pues cada uno va, ve qué se precisa, ayuda, llama a amigos para que ayuden… ¡Y funciona perfecto! Con el consentimiento de los Responsables del “Banco de Alimentos” de Roma, junto con un joven que coordina todo el voluntariado del Centro Baobab, fuimos al Centro Comercial de Fiano Romano y cargamos una veintena de quintales de óptima comida (pasta, azúcar, carne enlatada, 600 yogurts, cajas de aceite, 120 ananás, 30 cajas de duraznos y nueces, 100 trozos de queso para rallar y muchas cosas más) ¡A las 10 de la mañana la temperatura ya era de casi 40ºC! Llegamos al Centro casi a las 13 horas y ya estaban haciendo cola por lo menos 500 chicas y chicos, ordenados y tranquilos, en su mayoría eritreos. Todos provenían de los desembarcos de las miserables barcazas que vemos en los noticiosos. Ya a esa hora estábamos en casi 42º. En el lapso de unos doce minutos, los muchachos, sin que se lo hubiésemos pedido, se pusieron en fila ordenadamente y descargaron, muy cuidadosamente el camión repleto, y llevaron todo el material a la despensa. No desapareció ni un solo yogurt ni una bebida; todo fue colocado perfectamente en el lugar justo. Después, todos volvieron a la fila de espera para recibir el almuerzo. Me sirvieron también a mí, un almuerzo que compartí con ellos con mucha alegría. El Centro de acopio no sólo ofrece asistencia, sino que está enfocado sobre todo, en la integración social de los refugiados. Esto garantiza la dignidad de cada una de las personas que son recibidas. Después muchos de ellos, apenas pueden, se encuentran con parientes y amigos en otros países europeos. Es constante y conmovedora la fila de numerosos ciudadanos romanos que llegan al Centro con todo tipo de ayudas. Llegan tantas que, a menudo, llevamos cajas de víveres a otros centros de asistencia. Mientras estaba allí, saludando y conociendo a las personas, llegó la primera bebé nacida en el Centro, hija de una joven refugiada. Llegó del hospital con 20 días de nacida. Los médicos, enfermeros, voluntarios, todos estaban a su alrededor sonriéndole, queriendo verla. Era un signo de que la vida va adelante, siempre. Volví a casa cansado, sudado como nunca… Pero en el corazón y en el alma tenía una alegría muy especial, una serenidad sin precio, la verdadera recompensa por un pequeño gesto a favor de aquellas bellísimas criaturas que en este momento son llamados “refugiados”… Nos pusimos de acuerdo para llevar, a fin de mes, otro cargamento de víveres. En efecto, a través de la familia de un amigo que administra cinco supermercados, organizamos también una recolección periódica de esos productos que están por vencerse, y que si en cambio los llevamos al Centro pueden ser consumidos en un par de días. Agradezco a los refugiados eritreos y a los voluntarios del Centro Baobab por haberme dado la oportunidad de vivir un momento verdaderamente hermoso, precioso, que, estoy seguro, se repetirá en los próximos días y en el futuro. Me siento un privilegiado y ¡de verdad que los soy!». (R., Italia)
Poner en práctica el amor
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