Pascual Foresi intervino en numerosas ocasiones a través de su palabra y sus escritos para presentar la teología del carisma de Chiara Lubich en su dimensión social y espiritual, subrayando con competencia la novedad, tanto de su vida como de su pensamiento. El período entre los años 1990 y 1998 fue para él especialmente intenso, respondió, en muchas ocasiones, a las numerosas preguntas de los miembros del Movimiento de todas las vocaciones y de las más variadas proveniencias geográficas y culturales. En una de estas intervenciones, le contestó a quien le pedía un consejo sobre cómo vivir la humildad[1]: «Vivir la humildad significa sencillamente aceptar que somos lo que somos –responde Foresi-. Todos nosotros somos pecadores. Si alguno dice “Yo no soy pecador”, miente. Por lo tanto siempre podemos ser humildes. Me parece que el esquema que hizo San Benito está lleno de sabiduría y me ha ayudado a vivirla. Podría sintetizarse de esta forma: El primer paso para ser humildes es aceptar las humillaciones, las mortificaciones. Si en un momento dado alguien habla mal de ti en tu oficina, en tu ambiente de trabajo, quizás debido a una incomprensión por parte de otra persona, o por una auténtica calumnia… Es necesario saber aceptar estas tribulaciones y dificultades. El segundo paso es amar estas humillaciones, que es algo más que aceptarlas. Esto vale por ejemplo cuando hemos dado la vida por otros y surgen en la comunidad acusaciones, juicios precisamente de parte de esas personas por las que hemos hecho tanto. A menudo son críticas que tienen algo de verdad, pero son exageradas. Es difícil amar tales humillaciones, pero son importantes para crecer en la vida de Dios. El tercer paso es preferir las humillaciones: no sólo amarlas, sino estar contentos. Como por ejemplo cuando alguno habla mal de ti y dices: “Esta es una gracia de Dios que recibo en este momento…”. Este es el grado más alto al que todos debemos tender, porque nos hace entrar en esa humildad a la que tenemos acceso. Obviamente, cuando es posible, las calumnias se tienen que aclarar, pero siempre con desapego, viviendo el Evangelio, el cual nos dice, por ejemplo: “Bienaventurados, cuando mintiendo, hablen mal de ustedes por mi causa. Alégrense y gocen porque grande será su recompensa en los Cielos”». [1] Pasquale Foresi – COLLOQUI, domande e risposte sulla spiritualità dell’unità, Città Nuova Editrice, Roma 2009, pag. 64.
Poner en práctica el amor
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