«El 22 de marzo permanecerá siempre como una fecha marcada por actos villanos en el aeropuerto y en el metro de Bruselas. Hechos de individuos que no lograron ver el amor hacia el prójimo como una prioridad en su vida, justamente en los días que precedieron la Pascua, una fiesta que nos enseña que el Amor lo vence todo. Fue una semana en la cual las emociones de odio profundo se alternaban con una sensación de que Dios nos pide que amemos al otro. No es ciertamente fácil hacerlo en momentos como éste. Está en nuestra naturaleza el deseo de encontrar un culpable. Es esto lo que está ocurriendo aquí en Bélgica. Uno se pregunta en qué se ha equivocado, y quién es el responsable del fundamentalismo de estas personas. También para mí fue una semana llena de preguntas nuevas. Es como escribir continuamente cartas a Dios y cada día correr al buzón del correo para ver si ya llegó Su respuesta. Peor aun cuando tus amigos más íntimos te preguntan por qué defiendes a los musulmanes: “Es culpa de ellos”, dicen. “Los tenemos que mandar a su casa”. “¿Por qué brindar a los prófugos hospitalidad, si ellos después nos desalojan?” Mi di cuenta de que éste es un ejercicio que hay que repetir cada vez. Tengo que saber entrar en la piel de mis amigos, que no tienen la fortuna de experimentar que Dios está al lado de ellos y que es Él el único que puede ofrecer una respuesta. Una respuesta de amor. Ellos sienten miedo, y esto los empuja a que prevalezca su propia seguridad y su propio futuro. Mi esfuerzo de esta semana fue el de hacerles ver el otro lado de la historia: “Esas personas (los terroristas) no son musulmanes. El Islam personifica valores que irradian el Amor”. Pero cuando dices algo así, encuentras enseguida mucha resistencia. La herida está fresca todavía. Esperaba ser capaz de sanar apropiadamente las heridas, pero la curación es un proceso y necesita su tiempo. Volviendo a casa este Viernes Santo estaba cansado y casi harto de curar a “los heridos”. Me puedo imaginar muy bien que ésta fue una semana muy dura para las personas comprometidas en primera línea en brindar los primeros auxilios. Se dice que los jóvenes de hoy no se animan a manifestar su fe. No nos animamos más a hablar de las cosas en que creemos por miedo a que nos descarten de la sociedad. No nos animamos más a hacer lo que sentimos que es bueno hacer. Tal vez no es miedo de expresarse sino cansancio, consecuencia del hecho de que creer en los ideales cristianos es una aventura trabajosa. La fe en Bélgica es algo ya excepcional y hay que esforzarse cada vez más para apoyar los propios valores. Los jóvenes deciden no creer más, para evitar las críticas. Y aquí comprendía nuevamente la fuerza del ideal de paz y de unidad que Chiara Lubich nos transmitió. Puede actuar como un “café” para nuestro cansancio. Nos ayuda a sonreír cuando alguien critica, dándonos la oportunidad de compartir nuestro mensaje. ¡Es por esta razón que sigo a Jesús! Quisiera pedir a Dios un fuego mayor que el de antes, que pueda encender velas en el corazón de los jóvenes. Que nos haga capaces de mirarnos positivamente, en vez de criticarnos unos a otros. De modo que la espiral que nos lleva abajo se convierta en una espiral que suba y la fe se convierta en una fiesta en lugar de una preocupación. Donde cada uno pueda encontrar la llave para construir un mundo en el cual los atentados como el del 22 de marzo no ocurran más».
Poner en práctica el amor
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