La Mariápolis 2016 nigeriana – 400 personas que del 2 al 7 de julio vivieron una intensa comunión entre jóvenes y adultos, niños, sacerdotes, personas de varias Iglesias y religiones – se desarrolló lejos de los reflectores. Porque el bien no hace ruido. Y también porque a menudo los medios de comunicación, cuando se trata de hablar de Nigeria, se encargan de contar historias muy distintas de ésta: violencias, abusos, secuestros, atentados. Sin embargo, hay que reconocer también el otro rostro de este gran país. Por ejemplo, la estructura que hospedó la Mariápolis: el Brigard National Seminary de Enugu, que es el seminario mayor de la Iglesia católica más grande del mundo, lo cual habla muy bien de la fe vivida con gran intensidad en este país. Los que dieron inicio al encuentro fueron los jóvenes, unos cincuenta, quienes llenaron el escenario y presentaron un popurrí de canciones con base góspel, cantadas y danzadas con fuerza y mucho ritmo. Luego, inesperadamente, se separaron en dos grupos de los que salían numerosas parejas que llevaban puestos los trajes tradicionales de las distintas regiones del país. Y mientras éstas desfilaban, los correspondientes grupos, presentes en la sala, se ponían de pie y todos los aplaudían. La coreografía concluyó con el himno nacional entonado por todos los presentes. Fue una explosión de alegría, que reflejó hasta visualmente la invitación que el Obispo lanzó en su homilía, para que vivieran con “energía creativa, típica de la juventud” el tema de la Mariápolis: “Unidad: don, compromiso, meta”. Un tema, este de la unidad, que a él le interesa de forma especial porque lo considera un valor, según dijo, “muy necesario aquí en Nigeria”. Luego el Obispo de Enugu, Callistus Chukwuma Valentine Onaga, exhortó a todos para que vivieran la unidad en el país según tres objetivos: solidaridad, subsidiariedad y bien común. Con un inicio tan alto, los temas sobre la espiritualidad y su aplicación en la vida concreta, encontraron realmente terreno fértil. De manera especial fueron eficaces los testimonios, algunos incluso conmovedores, ofrecidos por personas o parejas, comprometidos en vivir el Evangelio en sus aventuras y desventuras cotidianas. Especialmente significativo fue el testimonio de un miembro de una Iglesia pentecostal y el de un joven musulmán, quienes dieron un aporte a la comprensión de los temas que se fueron presentando. Las tardes se dedicaron a una gran variedad de talleres, cada uno de los cuales ponía de relieve cómo la unidad es capaz de mejorar la vida personal y la de la sociedad. En un grupo se intercambiaron ideas y experiencias acerca de los tesoros y los desafíos de la vida familiar, en otro, se reflexionó sobre cómo vivir la unidad en medio de los problemas que actualmente atraviesa la nación, etc. Encontraron espacio también una serie de actividades en las que se les ofrecía a los participantes la oportunidad de adquirir nuevas habilidades: un mini curso para electricistas, uno de estética, otro de peluquería, etc. Estas iniciativas fueron percibidas por los participantes como un don que se les ofrecía para mejorar sus propias capacidades, trayendo a su mente la visión de Chiara Lubich y su proyecto de Economía de Comunión. “No se trata de personas ricas – dijo la fundadora de los Focolares en Piacenza (Italia) en 1999 – que actúan de manera filantrópica, sino de personas que comparten, es decir, cuando todos, iguales en dignidad, dan y reciben en un contexto de reciprocidad”. Durante la Mariápolis, para sellar el propósito de vivir por la unidad, todos los participantes quisieron pasar por la Puerta Santa (la entrada a la Capilla del Seminario) abrazando la gracia de este año especial de la misericordia de Dios y renovando el compromiso, consciente y solemne, de ser misericordia los unos hacia los otros y con todos. Video con imágenes de la Mariápolis de Enugu https://vimeo.com/181015319
Poner en práctica el amor
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