«Me pidieron que presentara una relación sobre el testimonio cristiano frente a la tradición africana. No fue fácil para mi, por dos simples motivos: el primero es que soy un Bangwa, el segundo es que no soy sólo un cristiano, sino que soy también el Obispo de Mamfe». Quien habla es Mons. Andrew Fuanya Nkea, en el ámbito de un simposio sobre el diálogo entre religiones tradicionales africanas y cristianismo en ocasión de los 50 años de la presencia del Movimiento de los Focolares en Fontem. Tiene 51 años, es originario de Widikum (Camerún), tiene estudios de Filosofía y Teología, es sacerdote desde 1992, fue párroco, secretario de la Diócesis, profesor y formador, y finalmente, es Secretario General de la Catholic University of Cameroon, su última tarea, antes de ser nombrado por el Santo Padre, en 2013, como Obispo Coadjutor de la diócesis de Mamfe. Mons. Andrew Fuanya es la demostración tangible de una posible superación del dualismo entre las dos tradiciones, sin caer en el riesgo de un sincretismo religioso. «He decidido dar un corte más práctico que teórico a mi relación». Afirma, recorriendo la historia de relaciones entre la cultura Bangwa (en particular en la zona sud-oeste del Camerún, el distrito de Lebialem) y el cristianismo, marcados por un encuentro, que se convirtió en una especie de “grieta” entre un “antes y un “después”: lo que fue el encuentro con el Movimiento de los Focolares. El cristianismo, llevado por los primeros misioneros que llegaron al Camerún, en los años Veinte, había puesto la población ante una bifurcación: «O convertirse en cristiano evitando todos los aspectos de la religión tradicional, o practicar la religlión Bangwa, permaneciendo como un pagano, bueno solamente para ser usado como leña para arder en el infierno». Poco o ningún diálogo entre cristianismo y cultura del lugar: los instrumentos musicales típicos eran desalojados de las iglesias así como también las oraciones tradicionales. A pesar de la rigidez y los métodos inflexibles de los primeros misioneros, muchas personas abrazaron el cristanismo, entre muchas dificultades y una fuerte oposición de su comunidad. La novedad representada por la primera visita de Chiara Lubich al palacio real del Fon de Fontem, en 1966, está sintetizada por una imagen, utilizada por la fundadora de los Focolares, para describir la primera chispa, la inspiración del diálogo interreligioso que se habría desarrollado a continuación: «De forma imprevista tuve una fuerte impresión de Dios como de un enorme sol, que nos abraza a todos, a nosotros y a ellos, con Su amor». Una era nueva había comenzado, empujada por el viento post conciliar y por la extraordinaria historia de amistad entre los primeros focolarinos que llegaron al lugar (muchos de ellos médicos, que acudieron para erradicar la enfermedad del sueño que estaba diezmando la población) y el pueblo Bangwa. Desde aquél momento, las relaciones entre los fieles de las dos religiones se caracterizaron por un profundo y recíproco respeto, que devolvió la dignidad a la cultura tradicional, verdadera matriz identificatoria también de los cristianos. Explica el obispo: existen tradiciones religiosas locales que los cristianos mantuvieron (la oración a los difuntos, para que intercedan por la familia, o el “Cry die”, dedicado a ellos); otras en cambio se hicieron extrañas para su fe (la poligamia, el sacrificio de animales, la brujería). La nueva inculturación, concluye el Obispo, según el espíritu del Vaticano II, no proviene de una imposición o de una rígida uniformidad, sino que se inspira en los valores del diálogo y de la colaboración, en la búsqueda de las “semillas del Verbo” esparcidas en cada tradición. «El desafío de los cristianos de Lebialem para los próximos 50 años será el de reconocer que su credibilidad dependerá de cuánto serán capaces de amar a todos, independientemente de la religión a la que pertenezcan». Sólo así serán auténticamente cristianos y juntos auténticamente africanos. Chiara Favotti
Poner en práctica el amor
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