«Acabamos de concluir una gira desde Bobo-Dioulasso desde donde viajamos primero a Dori, en el extremo norte de Burkina Faso, y después a Niamey en Níger. El objetivo era responder a las expectativas de las comunidades surgidas alrededor del espíritu de los Focolares de compartir las experiencias y los frutos de la vida que empieza a abrirse camino en estos países de El Sahel”. Empieza así el relato de Aurora y Pascal, focolarinos de Bobo Dioulasso, la segunda ciudad de Burkina Faso, sede del Movimiento en esa región. Burkina, con sus 17 millones de habitantes (50% musulmanes, 30% cristianos y 20% de religiones tradicionales) es uno de los países más pobres del mundo, está cerca de Níger; ninguno de los dos tiene salida al mar. «Llegamos a la ciudad de Niamey, la capital de Níger, donde fuimos acogidos con mucha alegría por la comunidad, empezando por el obispo Mons. Laurent Lompo, quien llegó a ser sacerdote –como él mismo dice- gracias a su participación en su primera Mariápolis. Mons. Lompo es un pastor muy cercano a su gente y concreto en el amor. Nos contó muchas experiencias de diálogo y amistad con los musulmanes que, en Níger, representan el 93% de la población (10 millones). Por tal motivo la relación de los cristianos con el mundo musulmán representa un auténtico desafío, sobre todo después del 17 de enero de 2015 cuando, después de los atentados de París a la revista Charlie Hebdo, los extremistas islámicos quemaron más de 70 iglesias cristianas en el país». «Mons. Lompo nos aconsejó que fuéramos a visitar a Hawa, una señora que en el pasado había participado en los encuentros del Movimiento pero que por motivos familiares que había hecho musulmana. Sorprendida y conmovida por nuestra visita, nos habló de su familia, de los bellos momentos vividos en la Mariápolis y al oír que pronto en este lugar se realizará una Mariápolis, prometió que se iba a preparar para participar. Era bello ver en ella, y en muchos otros musulmanes que encontramos, la alegría de poder revivir en la ciudad de María (la Mariápolis) la experiencia del amor recíproco. Una alegría que después compartimos con el obispo». «Al final nos encontramos con la pequeña comunidad de Niamey. Son personas muy profundas y con ganas de vivir el Evangelio y llevar adelante la experiencia de la unidad. Una de ellas, a nombre de todos, decía: «Es verdad que nosotros, aquí en África, a menudo tenemos que vivir situaciones difíciles, pero con la espiritualidad de Chiara Lubich aprendemos a amar al otro haciendo nuestro su dolor. ¡Cuánto quisiera que este ideal de fraternidad invadiera nuestra pequeña Iglesia y la sociedad de nuestro país!». Aurora Oliveira De y Pascal Pontien Ntawuyankira
Poner en práctica el amor
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