Hace muchos años un conocido me dijo: “Donde hay gente pobre, hay también mucho dinero”. Yo era joven y no creí mucho en esas palabras. Después de veintiséis años de vivir en Asia, me di cuenta, lamentablemente, de que esto es cierto, también en Mae Sot. En contraste con el sentido común de desarrollo sustentable y sin el mínimo respeto hacia el hombre y la naturaleza, se abren calles, se arman proyectos para instalar en este lugar industrias que ya no eran productivas en las zonas de donde provienen, o se ubican en ese lugar porque fueron desplazadas por estar fuera de la ley o porque eran peligrosas para la salud de la gente. Y todo esto ocurre porque existe una “mano de obra” barata, muy barata, casi a tasa cero; mientras por otro lado existen personas riquísimas dispuestas a sacar provecho de la situación. Los pobres, al cruzar la frontera entre Myanmar y Tailandia, escapan del hambre y de la pobreza de un país que todavía busca la igualdad social, y no logra proteger a las clases menos favorecidas o de distinta religión. En la frontera siguen expulsándolos, disparando, y los que más sufren son los más pequeños. Aumentan los niños huérfanos, los discapacitados, los abandonados, u otros que quedan solos en sus casas, mientras los padres van a trabajar a las plantaciones. ¡Qué triste que es ver a los niños sufriendo! Y Mae Sot está llena de estos niños. Por eso nosotros estamos haciendo algo por ellos con nuestro proyecto. Cada vez que vamos a esa zona, tenemos nuestros “lugares especiales”: casas de huérfanos, casas perdidas en el campo, nuestra pequeña escuela “Goccia dopo Goccia” (“Gota a gota”) con unos sesenta alumnos. Estos son los lugares donde encontramos a muchísimos de estos niños y sus ojos negros que te quedan grabados en el alma y no se van más. Nuestro proyecto ya lleva seis años (pero ya hace varias décadas que ayudamos al pueblo Karen) y beneficia a casi 250 personas de tres naciones (Tailandia, Laos y Vietnam). Son todos micro proyectos, directos y concretos, a favor de núcleos familiares que, a menudo, están por debajo del mínimo necesario para sobrevivir. ¿Qué necesitan? Comida, ropa, pero sobre todo, amor, que alguien se interese por ellos, necesitan una sonrisa, cuidado, en síntesis alguien que les pregunte “¿Cómo estás?”. Es decir, personas que ante ellos sepan “com-padecerse” de sus sufrimientos por llevar una vida de emigrantes, que es la vida de gente que vale poco a los ojos de los ricos y que es explotada. Es esto lo que tratamos de hacer: ayudar, estar al lado de ellos, aliviarlos, darles esperanza y calor. A través de contactos locales nuestra ayuda llega cada mes. Y cada tres meses los visitamos, para encontrarnos con ellos y hacerles sentir concretamente que no los hemos abandonado. “El hecho de que hagan todos estos kilómetros de camino para venir a vernos, nos da la fuerza y nos motiva a seguir viviendo”. Esto es lo que frecuentemente nos dicen. Esos pequeños ojos negros, esos rostros que no sonríen, hablan más que mil y mil palabras. Nos recuerdan las palabras de Chiara Lubich, inspiradora de nuestro proyecto: “Dame a todos los que están solos”. Y nosotros sentimos que estos “solos” son todos nuestros, porque son imagen del rostro de Jesús que continúa gritando en la Cruz y que pide todo el amor que podamos donar. Aquí está el sentido de nuestro proyecto y, diría, de nuestra íntima alegría. Luigi Butori Para colaborar con el proyecto: Banca Cantonale dei Grigioni, 7002 Coira IBAN-Nr: CH19 0077 4010 2957 6490 0 Goccia dopo Goccia Residenza Ragazzi 196a CH 7742 Poschiavo, Suiza E – mail: gica.ceccarelli@bluewin.ch o gocciadopogoccia.ms@gmail.com La asociación es reconocida por la administración cantonal grisonesa. Las donaciones pueden ser deducidas de los impuestos.
Poner en práctica el amor
Poner en práctica el amor
0 comentarios